En el año 1995, por acuerdo entre la Consejería de Asuntos Sociales y de Salud de la Junta de Andalucía se estableció que las consultas de dispensación de metadona se potenciarían en toda la comunidad autónoma ubicándose éstas en los centros de salud aunque los centros prescriptores seguirían perteneciendo a la red asistencial de drogodependencias.

El objeto de este cambio era, por un lado acercar este servicio al ciudadano aprovechando la infraestructura sanitaria ya creada, y por otro la posibilidad de que los usuarios del programa pudieran acudir a tomar su tratamiento a un lugar no estigmatizado con la palabra “drogodependencia”. El usuario acudía a someterse a un tratamiento médico como cualquier otro enfermo y eso favorecería su integración.

Hasta ese momento los sanitarios que trabajábamos en la atención primaria del SAS (Servicio Andaluz de Salud) sólo habíamos tenido relación profesional con los toxicómanos de una manera …digamos tangencial. Solo acudían para solicitar tratamiento de las complicaciones clínicas que les hacían demandar los servicios de urgencias y en los intentos de sacar de una manera u otra la medicación que ellos necesitaban para consumir o para traficar.

Tanto médicos como enfermeros siempre entendimos que la atención a los drogodependientes era competencia de Asuntos Sociales que tenían su propia red asistencial. Por ello este cambio suponía un mazazo para los que trabajábamos en el sistema sanitario, pues nos enfrentábamos a un reto para el cual no nos considerábamos formados. Era el miedo a lo desconocido.

Tras unos cursos de formación en el tema, quedó claro que la responsabilidad de la dispensación recaería en la enfermería de los centros de salud. Nuestra misión sería dispensar y comunicar las incidencias de la dispensación sujetos a un protocolo ya establecido.

Fue por tanto mérito de la profesión enfermera, y como tal lo reivindico, la ampliación del campo de actuación ante los usuarios de esta consulta. ¿Que un profesional de la salud, trabajando en un centro de salud, con usuarios que prácticamente por definición padecen problemas de salud se iba a limitar a dispensar un simple comprimido de metadona? (En Andalucía se dispensa en comprimidos de distintas dosis).

¿No supone un derroche de recursos?. En un hospital, el reparto de la medicación oral es una función que la enfermera delega en la auxiliar de enfermería. ¿Qué podíamos hacer entonces por estos nuevos usuarios?. Evidentemente actuar en la mejora de su estado de salud, actuar en la prevención sanitaria, en la disminución del daño, en la disminución de riesgos. No olvidemos que estamos ante un problema de salud pública, y la salud pública es nuestra competencia profesional.

En mi equipo nos planteamos que “algo había que hacer” pero no sabíamos muy bien como empezar. Así que lo primero que se nos ocurrió fue vacunar de tétanos y hepatitis B a todo el que lo necesitara. Continuamos repartiendo preservativos como medida preventiva de enfermedades venéreas y ofertamos intercambios de jeringuillas.

Con la experiencia comenzamos a tener más claras las ideas y diseñamos una hoja de valoración que pasamos a nuestros usuarios basada en un modelo de enfermería. Esta hoja nos permitía conocer las necesidades sanitarias de nuestros pacientes y sus convivientes y nos permitía llevar a cabo una serie de actuaciones, preferentemente desde la misma consulta de dispensación, pero si no era posible, derivábamos a los distintos programas de salud puestos en marcha en el centro. Estos programas eran: Planificación familiar, control de embarazo, control de niños sanos, programas de vacunas, control de tuberculosis y últimamente control de pacientes VIH/SIDA. Estas derivaciones también son extensibles a consultas de urgencias, médico de familia y servicios comunes de enfermería. Pero debido a las especiales características de nuestros usuarios, esta derivación se debía hacer personalmente, acompañándolos, ya que debido a la habitual baja autoestima y marginalidad, corríamos el riesgo de que se perdieran para el centro.

Hoy, a finales del año 2002 tenemos estas actividades normalizadas como cualquier otra del centro, y además:

  • Hemos consensuado con nuestro hospital de referencia (Hospital Costa del Sol) un protocolo para que en caso de ingreso hospitalario de cualquier usuario, puedan conocer en el intervalo de pocas horas la dosis diaria de metadona, el tipo de dispensación (diaria o semanal) y el último día de recogida con objeto de que ellos asuman la dispensación durante la estancia hospitalaria sin variar las dosis según distintos criterios ajenos a los puramente clínicos.
  • También hemos protocolizado con los médicos del centro prescriptor el control de la medicación necesaria para desintoxicaciones de otras sustancias en el caso de politoxicómanos (benzodiazepinas, etc.).
  • En el libro “Cuidados Enfermeros Estandarizados en Atención Primaria” escrito por un equipo de 10 autores y otros 10 colaboradores del Distrito Sanitario “Costa del Sol”, todos enfermeros, y editado por el mismo distrito, hemos introducido por primera vez en un manual de atención primaria un capítulo dedicado al área de drogadicción.
  • Por último estamos investigando y pilotando nuevas posibilidades de la consulta de dispensación de metadona que serían imposibles si ésta no estuviera integrada en el centro de salud.

    Creo que con esta dinámica de trabajo estamos colaborando en la integración sanitaria de un colectivo que, a pesar de tener necesidad del producto que ofertamos a la sociedad como servicios de salud, tienen un paradójico acceso limitado a estos servicios debidos a problemas de auto marginalidad como consecuencia de la picaresca de que son protagonistas.

    Firmado: Francisco Zafra Jiménez

    Centro de Salud de San Pedro Alcántara. (Málaga)