Las adicciones a las sustancias estupefacientes, el alcohol o el tabaco están dejando paso a nuevas dependencias que tienen en jaque a los profesionales sanitarios. La adicción al teléfono móvil, internet, los videojuegos, las compras, el trabajo y el sexo o las relaciones de dependencia necesitan, según los expertos, un nuevo enfoque tanto en su abordaje como en su tratamiento.

Estas nuevas «drogas» han movido al Colegio de Enfermería de Córdoba a poner en marcha un curso de formación, en el que participan casi 50 profesionales, y en el que hasta el viernes se aborda la prevención y tratamiento de estas nuevas adicciones, que han registrado en los últimos años un considerable aumento y que afectan, por igual, a todas las capas sociales. Según comenta la psicóloga Itzíar Quintana, «estas nuevas actividades adictivas son accesibles para toda la sociedad e, incluso, en muchos casos, se les resta importancia puesto que se consideran un capricho o un factor integrado en la propia personalidad, como ocurre en los casos de adicción al trabajo». Los datos, además, constatan la facilidad de acceso a estos objetos: el 30 por ciento de la población andaluza tiene ordenador personal y el 62 por ciento de los ciudadanos de la comunidad dispone de móvil para uso personal.

Sin embargo, es difícil establecer el límite en el que el uso del móvil o de internet, por ejemplo, deja de ser saludable y, más que un abuso, se convierte en una dependencia que el propio usuario es capaz de controlar.

Baja autoestima y frustración

Las causas, apuntan los expertos como César de la Hoz, psicopedagogo, radican en una interacción entre determinadas características personales (baja autoestima, frustración o incapacidad para afrontar los problemas) y los modelos sociales y familiares aprendidos a lo largo de la vida, además de la influencia de los medios de comunicación. Esta confluencia, apuntan los expertos, originan estas nuevas adicciones a edades cada vez más tempranas y pueden acarrear, además de problemas asociados (irritabilidad, insomnio, taquicardias o sentimiento de vacío), graves secuelas psicológicas que atentan, además de al paciente, a su propio entorno (dejan de comer porque sólo piensan en el trabajo).

«Cuando el usuario pierde totalmente el control sobre el objeto que es causa de la adicción y es real esa depedencia, se desarrolla un síndrome de abstienencia similar al que producen las sustancias adictivas y esto trae aparejado ansiedad, inquietud, ciclo de violencia e incluso mareos si se le impide realizar esa actividad. En el caso de la adicción al móvil, la persona va perdiendo ese control y necesita llamar a más gente, durante más tiempo y sin motivo aparente para sentir el efecto placentero que le producía al principio, como ocurre en todas las adicciones. Pero cuando se convierte en una dependencia, tiene que llamar para no sentirse mal», explica Itzíar.

El tratamiento pasa por concienciar de la propia enfermedad y, además del apoyo a veces necesario de un tratamiento farmacológico, dotar a los enfermos de estrategias de afrontamiento, nuevos patrones de comportamiento y actividades alternativas.