La posibilidad de establecer un diagnóstico diferencial de la adicción a la cocaína dentro de las toxicomanías y encontrar así un tratamiento más efectivo y un pronóstico más acertado son objetivos clínicos. El Hospital San Pablo ha elaborado un protocolo para poder dar con una estrategia terapéutica correcta.
La adicción a la cocaína requiere un manejo específico. Para ello, «es necesario disponer de instrumentos específicos que determinen la gravedad de esta toxicomanía», ha explicado José Pérez de los Cobos, de la Unidad de Conductas Adictivas del Servicio de Psiquiatría del Hospital San Pablo, de Barcelona.
«Los instrumentos clínicos para la valoración de la adicción a cocaína son imprescindibles para conocer el pronóstico de la enfermedad», según el experto, que ha elaborado junto a Antoni Tejero y Joan Trujols, del mismo centro, un nuevo protocolo de evaluación.
Limitaciones
El tratamiento de la cocaína es muy limitado farmacológicamente. «En algunos casos, cuando se asocia a trastornos mentales, puede plantearse una terapia más concreta»; también es posible esta opción cuando existe alcoholismo asociado. «Reducir la ingesta de etanol se plantea en ocasiones como una vía de abordaje de la enfermedad. Asimismo, en depresión asociada es posible actuar sobre este trastorno», ha añadido el experto.
Sin embargo, las terapias psicológicas son las más usuales para que el paciente pueda afrontar del mejor modo posible el consumo de esta sustancia. La adicción es menos frecuente que el consumo, pero en el último año se estima que había consumido cocaína el 3 por ciento de la población. En cuanto a la adicción, sin duda está por debajo del uno por ciento.
El consumo descontrolado o compulsivo de cocaína supone entrar en un estado de dependencia que induce cuadros de ansiedad, depresivos o psicóticos. Otras complicaciones descritas y conocidas son el accidente cerebrovascular o el infarto. «Reducir la gravedad del trastorno es el objetivo principal en el tratamiento de la adicción a cocaína. Para ello es preciso disponer de métodos de diagnóstico precisos que permitan valorar la abstinencia o el grado de adicción».
En este sentido, la dependencia o craving es difícilmente valorable. No obstante, es esencial identificarlo, dado que es el que motiva o potencia el consumo de la sustancia. La evaluación del deseo será decisiva para mejorar el pronóstico clínico y la elección de la terapia adecuada, según la experiencia del San Pablo y de otras unidades.
Uno de los problemas de esta toxicomanía es que se relaciona con el tratamiento de los síndromes de abstinencia, como la metadona.
Autorregulación
El equipo del San Pablo parte de un planteamiento donde se combinan las perspectivas neurocientífica y cognitivo-conductual con la importancia de la corteza orbitofrontal en la mediación de la compulsividad. En concreto, se considera que la implicación de la corteza frontal, tanto en la concepción de la pérdida de control en las adicciones como en la adquisición de un autocontrol perdido por el proceso adictivo, pone de relieve el concepto clásico de autocontrol en el tratamiento cognitivo-conductual de las adicciones. El cuestionario de autorregulación es una de las medidas que pueden ayudar a precisar el diagnóstico en esta toxicomanía. Los componentes de este instrumento (ver cuadro anexo) parten de la hipótesis de que la autorregulación es una capacidad aprendida y su origen puede estar en las primeras etapas del desarrollo del ser humano.
«La adicción existe cuando el afectado no cesa el consumo pese a las repercusiones patológicas que induce, y recurre a los ansiolíticos para estabilizar los efectos». Otros objetivos de este grupo son la investigación sobre marcadores biológicos relacionados con la función dopaminérgica y la farmacología.