En la actualidad, ya sea en una zona rural, subrural o en una urbana densamente poblada, los niños y adolescentes están expuestos a la problemática del uso de sustancias adictivas, independiente si éstas son legales o ilegales.
La esperanza y el realismo parecen ser actitudes absolutamente opuestas e irreconocibles en la consideración del problema de las adicciones a sustancias, en el seno familiar o educativo. Es tal la magnitud, que lo vemos como amenaza aterradora, ante la cual nos sentimos vencidos, temerosos, desanimados e impotentes antes de comenzar a prevenir.
La comunidad más que tener conciencia de la problemática adictiva y del uso de drogas legales e ilegales, tiene miedo, angustia e impotencia. Es una realidad desconocida que no sabe como abordar. Frente a este problema las familias y escuelas han respondido con actitudes contradictorias, presionadas por la sociedad de la cual forman parte.
La prevención primaria en la problemática adictiva mediante una educación amorosa y equilibrada, fortifica los elementos de la personalidad a manera de anticuerpo y le permitirá defenderse de las adicciones así como una buena nutrición, las vacunas y la debida atención de las necesidades físicas del niño y adolescente fortalecen su organismo y lo hacen resistente a las enfermedades.
Los caminos de la adicción se ven favorecidos por una inmensa oferta de estímulos audiovisuales que propone una cultura edonista del placer o la excitación de los sentidos. Son imágenes que mezclan la sexualidad sin control, el sadismo, la violencia homicida. Estímulos que dominan y sustituyen el diálogo y la reflexión en el seno de la familia; por una objetividad cruda, brutal que coloca la realidad en los límites cuando no la traspasa en una mutación psicótica.
La prevención resulta natural y lógica en cualquier planteamiento de la actividad humana. En este sentido, la sabiduría popular nos dice que es mejor prevenir que curar.
En el caso de la drogodependencia resulta fácil demostrar la validez de este principio. Nos encontramos ante el problema en cierto modo contagioso que se extiende con rapidez a todas las regiones del mundo, sin tener en cuenta la edad ni la clase social. Como consecuencia, dado su gravedad, no podemos permanecer con los brazos cruzados. Urge actuar cuanto antes y atacar, si es posible, las raíces del problema. Hay que prevenir.
Las ciencias de la salud luchan contra enfermedades de dos diferentes maneras: curándolas y, en la actualidad aún más, previniéndolas, llamando a esta última acciones preventivas o medicina preventiva.
Las acciones preventivas se preocupan por evitar las causas o factores que llevan a contraer una enfermedad. En el caso de algunas enfermedades de origen infeccioso, existen las campañas o planes de vacunación, con la finalidad de que la población cree defensas contra esa patología disminuyendo el riesgo de padecerla. En otros casos se enseñan medidas principalmente de higiene con la finalidad de asegurar que el agente productor no llegue a entrar en contacto con el individuo susceptible de padecerla.
La prevención debe ser de absoluta prioridad moral sobre las demás actuaciones en este campo, si realmente queremos en nuestra sociedad el desarrollo integral de las personas. Actuar después de que la drogodependencia se ha implantado en los individuos corremos riesgo de tener daños difícilmente reparables.
Como toda epidemia, están presentes los tres factores fundamentales, el agente (la droga), el huésped (el niño, adolescente, joven, o sea el hombre), el ambiente favorable (familia, grupos o medio ambiente).
Estos tres factores, representan la epidemia del abuso de drogas, son las responsables de forzar a la mayoría de los niños, adolescentes y jóvenes a probar, experimentar, usar y abusar de las sustancias. Es claro que si no existieran las drogas, no habría problema de abuso y si los individuos fueran de personalidad más estable o definida, habría menor riesgo del abuso.
Generalmente enfocamos la prevención a las drogas ilegales, pero debemos reconocer que en nuestro país tenemos el problema con las drogas legales, llamadas alcohol y tabaco, que se han conjugado dos aspectos importantes: ha disminuido la edad de inicio de los niños que prueban la sustancia y por ende ha aumentado el consumo per cápita, esto nos debe llamar a la reflexión, debemos enfocar las actividades preventivas a las drogas legales, tabaco y alcohol que son el primer escalón de la escalera a las conductas adictivas.
El alcohol produce cada día un número más elevado de muertos por accidentes automovilísticos, laborales y violencia, el tabaco favorece una serie de enfermedades graves.
La participación es tomada por nosotros como un elemento clave en la prevención, porque creemos que es importante para el individuo sentirse protagonista. Autor y actor de su propio camino, revirtiendo la situación que se ha dado durante tanto tiempo en nuestras escuelas.
La educación es un proceso inherente al ser humano que lo involucra en su totalidad, en lo individual y en lo social, a través del cual incorpora valores y desarrolla la capacidad analítica, crítica, creativa y productiva, que le permite encarar durante toda la vida, Esta concepción se sustenta en la idea de una educación integral, continua y permanente como objetivo de la sociedad, concebida ella como espacio educativo. Promovida la participación y formación integral del ser humano, se puede pretender que éste prevenga cualquier tipo de dependencia, incluyendo la de la droga.
Algunas características que deben ser inherentes a la educación para que ésta sea en sí misma preventiva son: que sea permanente, participativa y contextualizada. Es decir, tiene que ser permanente, promoviendo el desarrollo de acciones ordenadas y sistematizada, evitando la charlas o campañas aisladas que no propician la necesaria continuidad de un programa de prevención.
Para que toda acción sea preventiva debe suponer la participación de los mismos beneficiarios de la educación. Esto implicaría involucrar a docentes, padres y jóvenes como protagonistas, permitiéndoles ser creadores de propuestas y dándoles la oportunidad de desarrollar sus proyectos en la institución escolar, en el hogar y la comunidad.
Podemos lograr mucho con los jóvenes, pero hay que prestar atención al sistema y evaluar las acciones posibles dentro del ámbito. Entrar en una estructura institucional para modificar sus pautas es tarea muy difícil y compleja, pero habremos avanzado más decididamente en la medida que logremos introducir en ella un lugar de “escucha”.
Las dos interrelaciones personales más importantes y frecuentes que todo docente tiene en virtud de su trabajo es con sus alumnos y los padres de sus alumnos.
La cooperación padres-docentes es deseable en cualquier situación escolar; pero llegar a ser virtualmente una necesidad para la obtención de un alto grado de eficiencia en la educación. Aunque las áreas como matemática, lengua, cívica y ciencias, etc. se enseñan exitosamente a un alumno a pesar de las desfavorables condiciones del hogar, el desarrollo de los valores éticos y morales, formación del carácter y el entrenamiento como ciudadano, depende en gran medida de las influencias del hogar. La tarea de la escuela en estos últimos aspectos puede ser neutralizada o incluso contraatacada por las actividades y modo de vida de los padres.
Estamos viviendo en una sociedad donde cada familia se encuentra involucrada en la constante preocupación de la producción, alta calidad, consumismo etc., de tal forma que los valores del “ser” propios de la tradición humanística como el amor, la justicia y la verdad, se han quedado fijadas en meras ideologías. Los efectos los tenemos a la vista con generaciones en las que la agresión, la adicción y la depresión, ocupan el vacío dejado, produciendo niños y jóvenes aturdidos, sin sentido de sus vidas y envueltos en la desesperanza.
En gran medida las nuevas generaciones son hijos de padres temerosos y débiles, con miedo a traumatizar a los hijos con demasiadas exigencias y sin valores consistentes y clarificados para expresar su autoridad paterna con dignidad y confianza; influenciada por una psicología moderna de la libertad mal entendida.
Desde la ontología, los valores son fijos e inmutables, imprescindibles para el hombre, son cambiantes y tienen que ver con la evolución del individuo y la sociedad.
La familia que tiene objetivos claros para la formación de sus hijos, se debe preocupar por brindar una educación basada en valores y esto se logra con una vivencia permanente de ellos y en este sentido, es ofrecer, acompañar, estar presente, seguir, guiar, dar alternativas y para lograr esto implica una convivencia familiar con valores.
Creo que todos coincidiremos si digo que las actitudes van tomadas de la mano con los valores, ya que las actitudes no son heredadas sino aprendidas, principalmente dentro del seno de la familia y luego en la escuela y sociedad.
Las actitudes son hábitos, buenas costumbres, cualidades que se transmiten en el comportamiento y más evidentes en el relacionarse con el otro. El ser humano puede elegir las que desea adoptar en su estilo de vida, haciendo uso de los valores que ha adquirido y usando su voluntad libre.
La institución educativa es considerada el primer elemento que participa activamente en la socialización del niño, ya que es el lugar donde deberá desenvolverse sin apoyo de sus progenitores
Al constituirse ésta en un problema social, nos hace pensar inmediatamente en el hombre, especialmente en los niños y adolescentes, como sujeto de derecho y deberes, como individuo capaz de ejercer su libertad en forma responsable o transgresora, poniendo en peligro su desarrollo individual y/o social.
Siendo tema cotidiano, de alta repercusión en los medios masivos de comunicación, como la incidencia cada vez mayor en niños, adolescentes y jóvenes, exige de la familia como núcleo primario y de adultos significativos que orienten su formación, en los establecimientos educativos un espacio adecuado, propiciando el diálogo y reflexionando sobre todos los temas que se conjugan como problemática actual.
Tales temas en la actualidad son denominados transversales, de los que se dice deben impregnar toda la práctica educativa y estar presente en las diferentes áreas curriculares desde el nivel inicial, incluyendo toda la enseñanza general básica y el polimodal (desde el jardín de infantes, escuela primaria, liceo y preparatorio).
Los temas considerados transversales en el currículo son: educación moral y cívica, educación para la paz, educación para la salud, educación para la igualdad de oportunidades entre los sexos, educación ambiental, educación sexual, educación del consumidor, y educación vial. Estos contenidos tienen una especificación y a la vez una integración entre ellos que los diferencia de las materias curriculares.
El compromiso de padres y docentes, puesto en un proyecto común, constituye la base de uno de los más grandes desafíos de nuestro tiempo: Aprender – Enseñar a convivir, encontrando un sentido que justifique la existencia.
Los temas transversales están encaminados a paliar algunos de los defectos perversos, aquellos de los que la sociedad actual ha tomado conciencia, que junto con otros de gran validez, hemos heredado de la cultura, consumismo, falta de identidad, autoestima, etc. Que si seguimos sin prestarle su debida atención, supondría conceder más importancia a las preocupaciones del pasado que a las del presente, es decir, vivir y educar mirando continuamente hacia atrás.
Introducir en la enseñanza las preocupaciones más acuciantes de la sociedad actual, no significa desplazar las materias curriculares que corresponden a disciplinas como: matemática, física, química, biología, lengua, literatura, historia, geografía, filosofía, arte; es decir aquellas que giran en torno a temáticas que podemos calificar de milenarias. Son artes y saberes a los que la humanidad se ha aplicado desde siglos, ellas parecen haber dado forma a nuestro pensamiento y al de quienes nos precedieron en el tiempo; son nuestra herencia cultural.
Los temas transversales, que constituyen el centro de las actuales preocupaciones sociales, deben ser el eje en torno al cual gire la temática de las áreas curriculares, que adquieren así, tanto a los ojos del docente como del alumno, el valor de instrumentos necesarios para la consecución de finales deseados.
Cada establecimiento educativo, tiene en sus manos la decisión de cómo va ha organizar los aprendizajes y cuáles son los ejes en torno a los que quiere hacerlos girar. Todo ello debe quedar establecido como política institucional del establecimiento educativo, nivel inicial, enseñanza general básica y polimodal.
La noción actual de salud integra los niveles individuales, sociales y medio ambiente. Hoy en día se tiene muy en cuenta los factores de riesgo en relación a las condiciones socio-ambientales: la higiene, calidad y manipulación de alimentos, tipo de vivienda, calidad del agua, red cloacal, contaminación atmosférica, etc., y también otros factores característicos de nuestra sociedad actual: el desempleo, estrés, la pobreza, violencia, entre otras.
El medio socio – ambiental y los cambios que en él se experimentan, afectan a la persona, ya sea producidos brusca o paulatinamente de tal manera que pueden llegar a producir cambios importantes en su estilo de vida, su carácter, sus gustos y prácticas cotidianas.
Las personas son interactivas, que no solo se hallan influidas por su ambiente, sino que cada uno va conformando un ambiente propio, que a su vez influye. Por esto, en el marco general que nos proporcionan las nuevas concepciones en torno a la salud, nos permite percibir la necesidad de que la población se forme mentalmente y con hábitos de vida saludable y por lo tanto se hace necesaria una Educación para la Salud como contenido transversal en el currículo de todos los centros de enseñanza, asegurando El individuo desde su nacimiento es un ser bio-psico-social-espiritual, y esto lo hace un ser integral y único, por lo tanto debe ser tratado y educado como tal.
Los padres y docentes carecen de formación para la prevención del uso indebido de drogas, porque no existe una formación para ser padres, o sea una escuela para padres, padre se va haciendo mediante el ensayo – error, se hace padre por experiencia. En el caso de los docentes, dentro de la formación curricular existe un vacío en esta problemática específica y está muy dejada a la libertad de los formadores.
Desde el ámbito familiar y educativo se propicia la configuración de un modelo preventivo integral que permita efectuar una síntesis comprensiva de los aspectos que constituyen la persona, las áreas de estudio involucradas y los diferentes sectores de la comunidad. Esto significa que la prevención de conductas adictivas debe ser considerado desde la cuna en el seno del hogar y debe continuar en el ámbito educativo, como proceso de información- formación que implica la participación comprometida de todos y cada uno en particular; ofreciendo acciones de vida significativas para contrarrestar los factores que ponen en riesgo del consumo de drogas.
Firmado: Magíster Daniel Gutierrez Raina
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