En 1862, un médico vienés, Friedrich Schroff, decidió experimentar consigo mismo una droga descubierta apenas unos años antes. Primero se sintió eufórico, pero poco después deprimido. También notó que al colocar los cristales de cocaína (así se llamaba la sustancia, extraída de la hoja de coca) en la lengua, esta se le quedó adormecida. Aquel mismo año, el gigante farmacéutico alemán Merckcomenzó a fabricarla, pero en cantidad reducida y a precios muy altos, principalmente para investigadores. Pero cuando, dos décadas después, Sigmund Freud recomendó en un estudio usarla para tratar la adicción a la morfina y al alcohol y como anestésico local —lo que empezó a permitir cirugías hasta entonces imposibles—, dio comienzo una explosión de la demanda que abrió un periodo de 40 años de intenso comercio legal de cocaína a escala internacional. De él se beneficiaron los países desarrollados que la fabricaban (sobre todo Alemania, pero también Estados Unidos) y los que cultivaban la materia prima imprescindible, la coca: principalmente, Perú y la Isla de Java (hoy Indonesia).
Aquellos 40 años dorados de la cocaína legal

El profesor Andrés López Restrepo, de la Universidad Nacional de Colombia, describe aquel proceso en el reciente artículo titulado Ilusiones defraudadas: auge y caída del comercio legal de coca y cocaína en los países andinos. La globalización, los avances tecnológicos y la publicidad son los elementos claves que favorecieron, primero, el descubrimiento —los modernos medios de transporte permitieron a los investigadores disponer de hoja de coca fresa para experimentar con ella— y, después, el comercio internacional.