Una filial de Bayer continuó vendiendo a países de Asia y Sudamérica en los años 80 un fármaco para la hemofilia a pesar de que conocían el alto riesgo de transmisión de sida que suponía su empleo.

En 1982 los Centros de Control de Enfermedades de EEUU advirtieron de que existían firmes indicios de que el sida se transmitía a través de la sangre. En ese momento se comenzaron a adoptar medidas en todo el mundo para tratar de evitar el contagio por esta vía. Sin embargo, el New York Times ha tenido acceso a documentos internos que demuestran que Cutter Biological continuó vendiendo hasta 1985 un producto destinado a los hemofílicos obtenido de sangre de donantes a pesar de que sabían que encerraba un alto riesgo de infección por VIH.

Esta práctica sólo se realizó en las áreas geográficas mencionadas porque la misma compañía disponía desde principios de 1984 de una versión segura del mismo fármaco, pero ésta se destinaba exclusivamente a los mercados de Europa y EEUU.

En cuanto a las razones encerradas detrás de esta decisión, los archivos de Cutter indican que trataban de dar salida a las grandes cantidades de fármaco almacenadas y que ya no podían ser vendidas en el mercado estadounidense ni europeo.

Los países de estas regiones rechazaban los productos que no habían pasado por el proceso de inactivación del virus consiste en someter al producto a altas temperaturas. Ante estas informaciones Bayer asegura en un comunicado oficial que «siempre ha actuado de forma responsable, ética y humana» y continúa diciendo que «las decisiones tomadas hace dos décadas estaban basadas en la mejor información científica del momento».

Sin embargo, las declaraciones de Sidney Wolfe, Director del Grupo de Investigación sobre Salud Pública que ha estudiado las prácticas de la industria durante tres décadas, al diario neoyorquino sobre los informes de Cutter no parecen ir en el mismo sentido. «Estos son los documentos internos más incriminatorios que jamás he visto en una compañía farmacéutica».