Todos tienen algo en común. Desde hace más o menos tiempo están metidos de lleno en programas para plantar cara a las drogadicciones, pero no cuando ya están en su pleno apogeo, sino cuando aún no han hecho acto de aparición y todavía pueden evitarse. Sus países están separados por miles de kilómetros y padecen problemáticas distintas tanto en los modelos de consumo de los estupefacientes como en los circuitos de distribución y producción de las drogas. Una realidad a la que tienen que hacer frente con las herramientas de la formación en el ámbito familiar, educativo y comunitario. Con esta perspectiva de cortar de raíz la posibilidad de que aparezcan las drogadicciones en sus países de origen, una treintena de expertos latinoamericanos y españoles comparten desde ayer y hasta mañana una misma mesa de debate en Marbella. El jueves y el viernes se cerrarán las jornadas en Madrid.

«El objetivo es poner en común los programas que están en marcha e intercambiar opiniones y experiencias», explica José Martínez, responsable de prevención de la Fundación Marbella Solidario, que promueve el VI Seminario Latinoamericano de Prevención de Drogodependencias junto a la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), el Comisionado para la Droga de la Junta y la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid.

Sobre la mesa, una herramienta eficaz para intentar dotar de medios a los distintos ámbitos que afectan al individuo y atajar el problema antes de que surja: El Programa de Intervención de Desarrollo Educativo (PIDE), que se aplica igualmente en países latinoamericanos Colombia, Ecuador, Nicaragua o Perú. «Se trata de capacitar a los mediadores sociales y darles instrumentos de formación y material para trabajar con la familia, con la escuela y con la comunidad», explica Eusebio Megías, director técnico de la FAD.

Globalización

Megías destaca que cada vez se asemejan más las pautas de consumo de los países latinoamericanos con las españolas. «Hay una tendencia a asociar el consumo con el fin de semana, con el ocio. Es uno de los efectos de la globalización. Se asocia a la aspiración de divertirse y a la necesidad de consumir», explica. Aunque las diferencias también son notables y radican especialmente en las de tipo cultural, como el uso habitual de hojas de coca en la zona andina, o que en sudamérica es más difícil separar los problemas de producción con los del consumo. La estructura social, con la infraeducación y las bolsas de pobreza de estos países también es un elemento diferenciador.

«No se puede trabajar igual con una familia media alta de Majadahonda que con una de Lima, en Perú. Las estrategias son más o menos comunes pero se traducen a la realidad de cada contexto», señala. Apunta que el principal problema hasta este momento en latinoamérica era la falta de recursos, de programas de prevención, y que los resultados del programa PIDE no se verán «de forma rápida». Lento pero seguro.