Así y en este sentido, hace apenas un mes la FAD volvía a alertar sobre el incremento del consumo de cocaína en España y explicaba que el porcentaje de llamadas recibidas por su Servicio de Información en relación a los problemas causados por esta droga había pasado del 27% al 41,6% en apenas cuatro años.

Este aumento ha provocado que España sea el país de la Unión Europea con mayor proporción de consumidores de cocaína, como así lo puso de manifiesto la propia ministra de Sanidad, Elena Salgado, en el Congreso de los Diputados.

Según la FAD, el perfil de la persona que acude a su servicio de información por consumo problemático de cocaína es el de un varón joven, de entre 19 y 24 años, ocupado laboralmente en el 58% de los casos, parado en el 22% y cursando estudios en el 5,8% de las ocasiones.

La FAD, adelantó Megías, está ultimando un estudio que confirma y redunda los resultados obtenidos en sus investigaciones de los últimos dos años y en las que se destaca, por ejemplo, que los valores dominantes en la sociedad española, basados en la diversión y el placer, favorecen los nuevos patrones de consumos juveniles de drogas. Los valores tradicionales como el esfuerzo, la disciplina o el ahorro «no están de moda» y sí han experimentado un auge conceptos «relacionados con el hedonismo, el vivir al día, apurar el presente, despreocupase por el futuro o el placer inmediato».

Existe, según Eusebio Megías, una percepción social errónea sobre el consumo de drogas y además se banaliza el riesgo de tal modo que es frecuente oír afirmaciones del tipo: «quién no se ha emborrachado alguna vez o quién no se ha fumado un porro».

También se banaliza el consumo ligado al fin de semana. Todos piensan que controlan y que son los otros los que no controlan y esta percepción «es peligrosísima, como también es peligrosísimo el hecho de que está aumentando la percepción de que la marihuana es una sustancia legal y de que su consumo es tan legal como otras sustancias legales».

Además, indicó Megías, los progenitores están perdidos en la medida en que han cambiado los roles familiares, los estilos de vida y los canales de información.

También disponen de menos tiempo y el trabajo les exige más dedicación y todo esto supone una situación de confusión, que se traduce en cierto absentismo o derivación de responsabilidades educativas. El reflejo de esta confusión social, señaló, la vemos en las respuestas de los estudios que desarrollamos y así por ejemplo la gente considera que un yonqui (enganchado a la heroína) no es una persona y que es muy distinto a los que consumen porros o pastillas.