El informe +300 personas que consumen nicotina dicen: Encuesta sobre consumo y experiencias en el uso de nicotina en Colombia surge como un esfuerzo por comprender el consumo de productos de administración de nicotina en el país desde un enfoque de reducción de riesgos y daños. A diferencia de estudios previos que se han centrado en las tasas de prevalencia y cesación, esta investigación pone en el centro la experiencia de las personas usuarias, su acceso a información veraz y sus percepciones sobre la regulación y el mercado. Con esto, desde Corporación Acción Técnica Social –con el proyecto Plataforma Nicotina Reducción de Riesgos y Daños–, se busca no solo caracterizar el consumo, sino también abrir la conversación sobre el derecho de las personas a recibir información clara, a tomar decisiones informadas y a acceder a estrategias efectivas de reducción de daños.

Según el documento, cada año, aproximadamente 35.000 personas en Colombia fallecen por enfermedades relacionadas con el tabaquismo, lo que hace urgente replantear la forma en que se aborda el consumo de nicotina. En lugar de centrar el debate únicamente en el abandono, se hace necesario adoptar un enfoque basado en derechos humanos y en la reducción de riesgos y daños. Esto implica garantizar el acceso a información veraz, permitir que las personas usuarias tomen decisiones informadas y ofrecer alternativas menos dañinas que el cigarrillo tradicional.

El consumo de nicotina en Colombia ha evolucionado con la diversificación de los productos. Aunque el cigarrillo tradicional sigue siendo el más común, con un 58.7% de consumo reciente, el cigarrillo electrónico ha ganado popularidad, con un 45% de uso en el último año. Aun así, el consumo de productos como el tabaco calentado y el snus sigue siendo minoritario. Esta diversificación demuestra que las estrategias de reducción de daños deben adaptarse a una realidad en la que las personas buscan nuevas alternativas.

El consumo de nicotina no es solo una práctica individual, sino también social. Más del 70% de las personas encuestadas afirmó que usa nicotina en contextos de socialización, fiestas o reuniones, mientras que otro 30% la consume en espacios privados. Esta dimensión social del consumo es clave para entender por qué muchas no logran dejarlo, incluso cuando son conscientes de los riesgos.

La encuesta revela que la principal motivación detrás del uso de cigarrillos electrónicos es la curiosidad y la experimentación. Además, estos dispositivos permiten consumir nicotina en espacios donde no se permite fumar, lo que representa un atractivo importante. Sin embargo, también se han detectado señales de alerta: un porcentaje considerable de personas usuarias ha probado estos productos sin establecer un consumo regular, y algunas incluso los han utilizado antes que el cigarrillo tradicional. Estos datos subrayan la necesidad de una información más clara y precisa sobre los riesgos y beneficios de estas alternativas.

A pesar de que más del 80% de las encuestadas reconoce que los productos sin combustión son menos dañinos que los cigarrillos tradicionales, la percepción sobre su capacidad real para reducir daños es ambigua. Un 30.7% de las usuarias de cigarrillos electrónicos y un 42% de las de tabaco calentado se muestran indecisas, y solo un pequeño porcentaje está completamente de acuerdo en que estos productos reducen los riesgos para la salud. Esta incertidumbre puede estar relacionada con la desinformación y con prácticas comerciales que generan confusión entre las consumidoras.

El uso dual es una práctica frecuente, con un 14.95% de las encuestadas alternando entre cigarrillos tradicionales y vapeo, y un 13.40% combinando el cigarrillo tradicional con el tabaco calentado. Según el documento, esto es preocupante, ya que las personas que consumen ambos productos no logran disminuir su exposición a sustancias tóxicas. Además, el policonsumo también es habitual: muchas combinan la nicotina con alcohol, marihuana y estimulantes, lo que puede generar riesgos adicionales.

En cuanto a los efectos adversos, varían según el tipo de producto. Mientras que el cigarrillo tradicional sigue siendo el que genera mayor cantidad de problemas respiratorios y bucodentales, las usuarias de cigarrillos electrónicos reportan síntomas como irritación en la garganta y dolores de cabeza. Sin embargo, en todos los formatos, la dependencia a la nicotina sigue siendo una preocupación, ya que la mayoría de las personas usuarias no conoce la dosis exacta de nicotina que ingiere, lo que dificulta la gestión de su consumo y, en consecuencia, el abandono.

En cuanto a la regulación del mercado, muchas personas acceden a los productos en entornos informales como bares y vendedores ambulantes. Un 56.1% cree que estos productos deberían venderse exclusivamente en tiendas especializadas para mayores de edad, donde se brinde asesoría sobre sus riesgos. Además, la encuesta muestra que un 75.8% de las encuestadas no sabe cómo disponer correctamente los desechos de cigarrillos electrónicos y productos de tabaco calentado, lo que representa un reto ambiental. Un 90% apoya que las empresas asuman la responsabilidad del impacto ambiental de sus productos.

Los resultados de la encuesta evidencian que el consumo de nicotina en Colombia está en un proceso de cambio, con un aumento en la diversificación de los productos y una gran desinformación sobre sus riesgos y beneficios. Aunque hay un reconocimiento de que los productos sin combustión son menos dañinos, la falta de información precisa dificulta la toma de decisiones informadas.

La regulación actual no ha logrado garantizar un acceso adecuado a información veraz ni a productos de menor riesgo en condiciones seguras. Las estrategias de salud pública deben cambiar su enfoque, dejando de lado las políticas exclusivamente prohibicionistas y priorizando la reducción de daños y el derecho a la información. Es fundamental que las políticas públicas reconozcan a las personas usuarias como sujetas de derechos, garantizando su acceso a información clara y a opciones que realmente disminuyan los riesgos.

Además, la encuesta pone de manifiesto la necesidad de una regulación más equitativa y basada en evidencia, que no solo limite el acceso de menores de edad, sino que también garantice un mercado transparente, con productos de calidad y con estrategias de educación sobre su uso responsable.