Cada vez más investigaciones sugieren que las bebidas alcohólicas ocasionan más daño a los cerebros en desarrollo de los adolescentes del que se creía anteriormente, al lesionarlos considerablemente más que los cerebros adultos. Los hallazgos, aunque preliminares, han acabado con el supuesto de que la gente puede beber excesivamente durante años antes de sufrir un daño neurológico de consideración. Y las investigaciones incluso sugieren que un fuerte consumo de bebidas alcohólicas desde temprana edad puede minar precisamente las capacidades neurológicas necesarias para protegerse del alcoholismo.
Los nuevos hallazgos pueden ayudar a explicar por qué la gente que comienza a beber a temprana edad enfronta un enorme riesgo de convertirse en alcohólica. Según resultados de un sondeo nacional aplicado a 43.093 adultos en Estados Unidos, 47% de quienes comienzan a tomar bebidas embriagantes antes de los catorce años se vuelve dependiente del alcohol en algún momento de su vida, comparado con el 9% de quienes esperan al menos hasta los 21 años.
La evidencia más alarmante de daño físico surge de experimentos de laboratorio, realizados con financiamiento federal, a los cerebros de ratas adolescentes sometidas a dosis excesivas de alcohol. Estos estudios arrojaron un daño celular considerable al prosencéfalo e hipocampo. Y aunque no está claro qué tan directamente se pueden aplicar estos hallazgos a los humanos, hay cierta evidencia para sugerir que los jóvenes alcohólicos podrían sufrir daños análogos.
Estudios realizados en el curso de los últimos ocho años por investigadores en San Diego, por ejemplo, arrojaron que los adolescentes alcohólicos mostraban un desempeño pobre en pruebas de memoria verbal y no verbal, enfoque de atención y el ejercicio de habilidades de espacio, como las requeridas para leer un mapa o armar un librero con piezas precortadas.
«No hay duda ahora al respecto:
el consumo excesivo de alcohol en la adolescencia tiene consecuencias a largo plazo sobre las habilidades cognitivas», sostuvo Aaron White, profesor de investigación asistente del departamento de psiquiatría en la Universidad de Duke y co-autor de un estudio reciente sobre consumo extremo de bebidas alcohólicas en centros universitarios.
Una de dos áreas del cerebro que se sabe resultan afectadas es el hipocampo, estructura crucial para el aprendizaje y la memoria. En 1995, White y otros investigadores colocaron sensores delicados dentro de porciones de cerebro vivo de los hipocampos de ratas adolescentes y descubrieron que las bebidas alcohólicas suprimían drásticamente la actividad de receptores químicos específicos en la región.
Scott Swartzwelder, neuropsicólogo en la Universidad de Duke y el Centro Médico para Asuntos de Veteranos, en Durham, Carolina del Norte, dijo que era probable que en adolescentes humanos, mecanismos neurales análogos pudieran explicar las «lagunas» por consumo de alcohol (no recordar sucesos que ocurrieron en una noche de borrachera sin que haya pérdida del conocimiento).
Toren Volkmann, de 26 años, es un egresado de la Universidad de San Diego, quien a los catorce comenzó a beber excesivamente casi todos los fines de semana y a los 24 años se registró en un programa residencial para tratamiento del alcoholismo.
«Era común que tuviera lagunas mentales al menos una o dos veces todos los fines de semana en los últimos años del colegio y definitivamente durante toda la universidad, y no era motivo de preocupación para mí», expresó Volkmann, autor, con su madre, Chris, de From Binge to Blackout: A Mother and Son Struggle With Teen Drinking (De borrachera a laguna mental: La lucha de madre e hijo contra el consumo de alcohol en adolescentes).
Las lagunas por lo común son breves y una vez que pasan regresa la capacidad para formar nuevos recuerdos.
Pero ratas más jóvenes sujetas a un consumo excesivo de alcohol también exhibieron problemas más sutiles a largo plazo en aprendizaje y memoria, incluso después de que se les permitió crecer y pasar por un periodo prolongado de abstinencia.
«Las bebidas alcohólicas crean trastornos en partes del cerebro esenciales para el autocontrol, motivación y determinación de metas», explicó Fulton Crews, neurofarmacólogo en la Universidad de Carolina del Norte, y puede agravar vulnerabilidades genéticas y psicológicas preexistentes.
«Beber a una edad temprana afecta un cerebro sensible en una manera que fomenta llegar a la adicción».
«Digamos que ha sido arrestado por conducir ebrio y pasó siete días en la cárcel”, indica Crews. «Pensaría:
No volveré a manejar ebrio a exceso de velocidad, ya que tiene la habilidad para meditar las consecuencias y la importancia de una conducta. Esto es precisamente lo que los adictos no hacen».