Adolescentes de instituto, estudiantes de grado superior y empresarios con chaqueta han forjado en estos últimos años el perfil del nuevo drogadicto en España. Queda atrás, aunque se mantiene, el drogodependiente marginado de los años 80 que recurría a la delincuencia y la violencia para conseguir el dinero de una dosis.
Las características de los nuevos adictos son completamente opuestas; disfrutan de una economía saneada y están perfectamente integrados en la sociedad. La droga a la que recurren: la cocaína, una hierba adulterada mediante el agregado de productos sintéticos (novocaína, xilocaína…), bicarbonato de sodio, piedra pómez, yeso, vidrio, azúcar flor y medicamentos machacados.
Esta sustancia mortal, proveniente de Suramérica y usada en su origen para el mal de altura, es en este siglo XXI causa y consecuencia de uno de los principales males que intoxica a la sociedad del bienestar. España está a la cabeza del consumo de cocaína en el mundo pero la percepción de los ciudadanos es prácticamente nula ya que apenas desarrolla en el usuario un deterioro físico en la superficie, aunque aumenta en un 24 por ciento el infarto de miocardio y provoca paranoia, psicosis y hemorragias cerebrales, entre otras enfermedades.
Según estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas, en 1995 las drogas ocupaban el quinto lugar en la escala de preocupaciones de los españoles. Hoy en día ocupan el undécimo lugar por debajo de paro, inmigración, terrorismo, vivienda, inseguridad ciudadana, problemas económicos, la clase política, calidad del empleo, la educación y la sanidad, cuando es precisamente en estos años cuando se tienen los índices de consumo de drogas más altos en toda la historia del país.
Ignacio Calderón, director adjunto de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD), considera necesaria una concienciación de la sociedad ante este problema. «Las sustancias que se consumen actualmente no provocan tanto deterioro físico y por esto los ciudadanos no son tan conscientes. En el imaginario colectivo está plasmada una idea del drogadicto que no coincide con la realidad; por esto, cuando la sociedad no ve el problema se relaja y no toma posiciones». La trigesimoprimera campaña de la FAD lleva por lema Cambia tu percepción con la idea de orientar a los ciudadanos y ofrecerles la visión real del problema de las drogas actual para que formen parte de él, principalmente mediante la educación. «En estos momentos hay que incitar a la sociedad a una nueva reflexión. Realmente el valor de la prevención no está en reconocer los síntomas sino en evitar el primer consumo. Esto se consigue abordando el problema desde lo social, con la educación en el colegio y con la proximidad de padres a hijos, hecho que baja las posibilidades de consumo enormemente», afirma Calderón.
Un licenciado superior de 28 años que quiere permanecer en el anonimato es un usuario de cocaína y está en estos momentos en el programa de apoyo que desarrolla Proyecto Hombre en Sevilla. Él reafirma la teoría de Calderón respecto a la confianza con los padres. «Vale más el cariño y la comprensión de la familia que cualquier otra relación. Creo que si hay una confianza verdadera con la familia no se te pasaría por la cabeza probar la droga», comenta.
Las causas que a él le llevaron a comenzar de adolescente con el consumo de sustancias fueron fundamentalmente personales y psicológicas. «Cuando eres adolescente lo haces por sentirte aceptado en el grupo, incluido, por tener una referencia. Es también inseguridad, inmadurez, el querer adoptar un rol de liderazgo, estético… Y cuando fui siendo mayor las causas fueron sobre todo el estrés por encontrar un trabajo y por ganarte la vida por ti mismo, que actualmente no es tan fácil de conseguir». Él si tuvo otras fuentes de información a su alcance sobre el peligro de las drogas que prefirió desechar por razones de seguridad en sí mismo y en consecuencia de diversión. «Realmente la información es muy importante y toda la que haya es poca, pero cuando eres adolescente la prohibición no es algo que te anime a no tomar drogas; cuanto más te lo prohíben, más te gusta y más líder eres. Actualmente considero que la campaña de la FAD es muy buena y muestra a la sociedad lo que la cocaína y las nuevas drogas te permiten, que es llevar una doble vida en la que aparentas lo que no te pasa».
El precio de la raya de coca, que actualmente ronda los 13 euros, hace absolutamente accesible el consumo a los jóvenes y adolescentes. Ha dejado de ser una droga de élite, relacionada exclusivamente a sectores de yuppies y famosos, para convertirse en un elemento totalmente aceptado en áreas profesionales, en el mundo de la noche, en la diversión y las nuevas tendencias.
«El consumo de cocaína en la actualidad es un claro reflejo de la sociedad de hoy en día. Ahora no nos educan en valores de respeto, comunicación y comprensión. Sólo se vive inmerso en el consumismo, el capitalismo y la superficialidad. Y se ajusta mucho a los efectos de la cocaína, que te permite seguir aparentando una estética que realmente es falsa y superficial pero que la gente valora según los criterios que rigen la sociedad actual, aunque no se percaten realmente de lo que hay detrás de todo esto», señala.