Enero es el mes de los buenos propósitos. Que tire la primera piedra el que, coincidiendo con algún estreno del calendario, no se haya prometido a sí mismo hacer deporte, ponerse a dieta o, el más difícil todavía, dejar de fumar. Los responsables de las unidades de deshabituación tabáquica están acostumbrados a ver crecer la demanda de peticiones de ayuda en esta época, pero insisten en que este año están asistiendo a un incremento «insólito» que atribuyen a la reforma normativa que prohibirá la nicotina en todos los espacios públicos, previsiblemente, a lo largo del presente ejercicio.
El coordinador de las unidades de Tabaquismo de la Asociación Española Contra el Cáncer en Málaga, Salvador Oña, confirma este fenómeno. Las cifras que maneja hablan por sí solas: «Según nuestras estadísticas las solicitudes para aparcar el hábito han aumentado un 25% en las últimas seis semanas comparadas con el mismo periodo del año anterior», ilustra. «La nueva política de restricción del tabaco en lugares públicos está generando un repunte sustancial en la gente que acude a pedir tratamiento. Hay muchas confusión y algunas personas llegan creyendo que ya ha entrado en vigor», explica.
Listas de espera
El interés por liberarse de los malos humos es tal que sólo la Asociación Española contra el Cáncer acumula una lista de espera que ronda las 350 personas, «cuando lo habitual es que se mueva en unos niveles de entre 180 y 200», indica Oña.
A juicio de este experto es necesario que el Gobierno mueva ficha y endurezca la normativa antitabaco pese a la ferviente oposición del sector hostelero, al que critica por su «visión catastrofista». «La prohibición en espacios públicos cerrados debe ser total, ya que según un informe de la OMS, dicha medida hace que disminuya un 16% el consumo de cigarrillos», argumenta.
Desde el Servicio Andaluz de Salud (SAS) también se suman a la apreciación de Oña. Nieves Prieto, técnico de la unidad de apoyo para la atención al tabaquismo, señala que aún es pronto para tener cifras, pero admite que sí están apreciando un repunte de pacientes. «Cuando se forman los grupos los terapeutas suelen preguntar los motivos por los que se quiere abandonar el vicio y nos consta que la previsión de que no se deje fumar en bares o discotecas, por ejemplo, empieza a aparecer entre los principales motivos esgrimidos por los usuarios de nuestros programas», sostiene.
Ya ocurrió hace cuatro años. Entonces, la entrada en vigor de la Ley Antitabaco en enero de 2006 desencadenó una fiebre por dejar la nicotina que hizo aumentar las solicitudes de los diferentes recursos públicos y privados para combatirla. Ahora la historia se repite con un agravante social: la crisis económica que azota el presupuesto de las familias y que, como recuerdan los expertos consultados, también está propiciando que se pidan más tratamientos.
Un gran desembolso
De hecho, como subraya Prieto, el elevado precio del tabaco es una de las armas más efectivas para convencer a los fumadores que acuden a terapia de deshabituación. «Es uno de los primeros argumentos que utilizamos para convencerles. Con lo que vale la cajetilla (que ya ronda los cuatro euros en muchos casos -la friolera de 600 pesetas de las de antes-) cualquier persona que consuma una cajetilla diaria desembolsa más de mil euros al año. Eso es un sueldo», destaca esta experta al tiempo que advierte de un efecto negativo de la crisis: «Se está comprando más tabaco de liar por ser más barato. SIn embargo, esta variedad tiene más nicotina y alquitrán», alerta.
La última Encuesta Andaluza de Salud revela que casi un tercio de los habitantes de la provincia (495.000, el 30,11%) son adictos a la nicotina. De ellos, apenas uno de cada diez abandona el hábito.