La dependencia generada por el cannabis ha
sido objeto de discusión durante largo tiempo,
aunque, dicen los autores de este artículo,
investigaciones recientes confirman que, en
efecto, el consumo habitual de esta sustancia
provoca dependencia. Ahora bien, ¿también lo
perciben así los consumidores? Este artículo
recoge un estudio cualitativo sobre consumidores
de cannabis en Nueva York y sobre
la forma en que construyen el concepto de
dependencia. Los resultados muestran que la
experiencia de estos consumidores tiene poco
que ver con los criterios médicos empleados
para definir la dependencia del cannabis.

El interés del tema surge de las carencias
detectadas en los estudios realizados hasta
la fecha. Desde la década de 1970, diversas
investigaciones han concluido que el cannabis
provoca menos dependencia que otras drogas.
Sin embargo, estudios recientes señalan que
esa dependencia se ha incrementado. Una de
las causas podría ser, explican los autores, el
aumento del consumo en forma de porros
(blunt s en el original), es decir, mezclado con
tabaco: la combinación entre nicotina y tetrahidrocannabinol
(THC, el principio activo más
importante del cannabis), elevaría el riesgo de
dependencia. Lo mismo cabe decir de algunas
deficiencias conceptuales y metodológicas de
las investigaciones publicadas respecto a la
capacidad de generación de dependencia del
cannabis. Por ejemplo, el aumento del tiempo
empleado en obtener la droga se ha considerado
un síntoma de dependencia, ignorando que
el cannabis es una sustancia ilegal y, por tanto,
adquirirla puede requerir tiempo (sobre todo,
tras una redada que deje el mercado desprovisto
de existencias). Debe decirse además que
los estudios cualitativos sobre la percepción
que los consumidores de cannabis tienen de la
dependencia han sido escasos, por lo que son
bien recibidos.

El presente artículo ofrece algunos resultados
preliminares de una investigación en
marcha sobre el consumo de cannabis en
Nueva York (EE.UU.). El trabajo de campo
se prolongó cinco años, período en el que
se observaron a más de 500 consumidores
durante sesiones de consumo en distintos
contextos. Además, se entrevistó a 92 consumidores
de cannabis, la mayoría de los cuales
lo consumían en forma de porros.

Fumar porros es a menudo una actividad
grupal, y, como tal, en ella el comportamiento
de los individuos está sometido a ritos y normas.
En las observaciones, el equipo investigador
comprobó que fumar en grupo evitaba el
consumo excesivo de los participantes mediante
estrategias tales como burlarse de quienes no
pasaban el porro cuando correspondía. En esta
línea, sugiere que, posiblemente, tales pautas
limitaban también el consumo en solitario, bien
porque la mayoría prefería fumar en grupo,
bien porque quienes reconocían fumar solos
decían atenerse a esas normas. Las entrevistas,
por su parte, tenían como objetivo recoger la
percepción de los consumidores en torno a la
dependencia. Las opiniones al respecto estaban
bastante polarizadas: un 45% creía que fumar
porros era adictivo, otro 45% que no, y un 10%
que «quizás», o que no lo sabía. Pero, más allá
de estas cifras, el estudio analiza con detalle el
discurso de estas personas, tanto respecto a
la dependencia del porro como al papel que el
cannabis y el tabaco tienen en ella.

Entre quienes sostenían que el cannabis sí
puede crear dependencia, se recogieron cuatro
tipos de argumentos: «genera dependencia
psicológica, pero no física» (37’5%), «yo no soy
dependiente, pero conozco a gente que sí lo
es» (17%), «fumar porros no es una necesidad,
sino un placer» (17%) y «es el ritual de fumar
lo que me parece adictivo» (5%). Quienes
negaban la posibilidad de dependencia lo hicieron
apelando a tres razonamientos: «no estoy
ansioso por consumir»(43%), «es un hábito que
se puede controlar» (7’5%) y «no es adictivo
comparado con la cocaína o la heroína» (7’5%).
Independientemente de su posición respecto a
la dependencia del consumo de porros, un buen
número de entrevistados mencionó la relación
entre el cannabis y el tabaco. Sobre el papel de
cada una de esas sustancias en la dependencia,
se recogieron dos respuestas principales: «el
tabaco es el responsable de la dependencia de
los porros» (17%) y «el tabaco crea dependencia,
pero los porros no» (15%).

La principal conclusión del artículo es que
la mayoría de las personas entrevistadas no
contemplaban la posibilidad de dependencia
en los términos clínicos oficiales. Ninguna dio
muestras de haber desarrollado tolerancia, sólo
dos reconocieron que no podrían dejarlo y sólo
cinco señalaron haber padecido síndrome de
abstinencia cuando no disponían de la sustancia.
Aunque pocos consumidores se refirieron
al carácter adictivo del ritual, los autores del
trabajo consideran que esta cuestión requiere
de estudios específicos, lo mismo que la relación
entre cannabis, tabaco y dependencia, que
no logran precisar. En cambio, la investigación
revela claramente que los consumidores no eran
conscientes de la farmacología del cannabis,
pues si bien muchos reconocían la nicotina como
el principio activo del tabaco, ninguno mencionó
el THC, ni se refirió a este componente como
posible causa de la dependencia del cannabis.

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