La evidencia científica relaciona el consumo de alcohol con alteraciones en los procesos de memoria y aprendizaje, así como con cambios cerebrales, tanto a nivel funcional como estructural, sobre todo en la adolescencia. Esto es debido a la plasticidad del cerebro durante esta fase y que se encuentra en proceso de maduración.
Según los últimos datos, en España el 81 por ciento de los estudiantes de 14 a 18 años ha bebido en el último año y que el 65 por ciento lo ha hecho en el último mes. La adolescencia es, sin embargo, una etapa de máxima vulnerabilidad en la que el desarrollo neurológico no se ha completado, motivo por el cual el alcohol incide muy negativamente en el mismo.
En los últimos años se han realizado importantes estudios que vinculan su consumo al daño cerebral. De estas últimas evidencias científicas se habló en un seminario internacional sobre este asunto organizado por el Ministerio de Sanidad y Consumo, la semana pasada en Madrid. Una de las invitadas a la reunión fue Consuelo Guerri, jefa del Laboratorio de Patología Celular del Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia, quien expuso los resultados obtenidos con ratas, que corroboran que el cerebro en desarrollo es especialmente susceptible a los efectos tóxicos del etanol, pudiendo causar daños irreversibles que se manifiestan con problemas conductuales en el adolescente. “Hemos abordado la hipótesis de que dosis intermitentes de alcohol durante la adolescencia en roedores inducen neurotoxicidad y afectan al proceso natural de reestructuración del cerebro adolescente al adulto, causando alteraciones cognitivas y conductuales que pueden ser permanentes”, explica.
Para probarlo usaron ratas de 30 días de edad, a las que se administró dosis intermitentes de etanol de 3 g/kg al día durante dos semanas. Y los resultados confirmaron esta sospecha. “Demostramos que inducen en el cerebro un aumento de mediadores inflamatorios (iNOS, COX2, iL1-beta), que se asocian con muerte neural en ciertas áreas como corteza prefrontal, hipocampo y cerebelo”. El mecanismo de esta neurotoxicidad está mediado por la capacidad del etanol de activar, tanto las células gliales como los receptores TLR4 (responsables de la respuesta innata inmune), induciendo una liberación de citoquinas y mediadores inflamatorios y causando neuroinflamación y daño neuronal.
Cambios estructurales
Paralelamente a este daño, se observó que la administración intermitente de etanol en este periodo de la vida altera tanto los procesos cognitivos (incluidos memoria espacial y no espacial), como los de aprendizaje. “Estas alteraciones conductuales se ven tanto en animales adolescentes como en adultos que han estado expuestos antes al consumo de alcohol, lo que sugiere que son permanentes”, asegura, Guerri.
Por su parte, Susan F. Tapert, profesora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de San Diego (Estados Unidos), presentó los resultados de varios estudios realizados con adolescentes en los que se compararon a bebedores ocasionales con grandes bebedores, el primero de los cuales advirtió que estos últimos recordaban un 10 por ciento menos de la información —tanto verbal como no verbal— que se les había proporcionado en la sesión con respecto a los bebedores ocasionales. En otro trabajo se estudiaron las áreas de la función cognitiva más afectadas por el alcohol, y se comprobó que la atención era significativamente peor en los bebedores, así como el procesado de la información rápida. Otros estudios constatan también una reducción en los procesos ejecutivos.
No sólo eso, sino que ello “responde a modificaciones también físicas del cerebro” dice Tapert. Así se ha visto, mediante pruebas de imagen, que en los bebedores el hipocampo es más pequeño, que, además, presenta asimetría entre los lados derecho e izquierdo, que la sustancia (gris y blanca) es de mala calidad y que existe una reducción en el flujo del cerebro en partes muy importantes. “Como consecuencia de ello, tras dos años bebiendo, se produce una reorganización de los sistemas cerebrales para el desarrollo de tareas”, continúa. Esto es debido a que el cerebro es capaz de compensar los estragos de la bebida, pero después de un tiempo no, por lo que los resultados empiezan a caer”, explica.