Veinte años hace ya que los ciudadanos empezaron a salir a las calles a pedir una solución contra las drogas. Muchos de sus jóvenes habían perdido la alegría propia de la edad y, con la mirada perdida, vagaban de un lado a otro en busca de la que creían su más sincera amiga: la heroína. Una amiga cara y caprichosa que precisaba de mucho dinero. Los robos se extendieron, acompañados en muchas ocasiones de agresiones mortales.

Eran los años 80, y padres y vecinos se desgañitaban pidiendo los primeros recursos para atender a los 80.000 drogadictos que deambulaban por callejones y descampados inmundos, y los segundos, el fin de la inseguridad ciudadana que se había extendido por la ciudad. Y por si esto fuera poco, apareció el sida que encontró en los heroinómanos y sus jeringuillas compartidas unos medios propicios para su propagación.
La respuesta no se hizo esperar en exceso, tal era la situación y la presión en la calle.Y recibió el nombre del Plan Nacional sobre Drogas PND). El bautizo se produjo el 20 de marzo de 1985 y recibió el apoyo de todos los grupos políticos, asociaciones profesionales, organizaciones sindicales y entidades sociales. Ese consenso perdura hoy en día en el PND, un consenso más que necesario en un programa integrado no sólo por el Gobierno central –ministerios de Sanidad, Interior, Justicia, Asuntos Sociales y Economía y Hacienda –, sino por las comunidades autónomas y las organizaciones no gubernamentales que trabajan en ese campo. “Si no trabajamos todos en la misma dirección y de manera coordenada, es imposible conseguir nada”, señala Carmen Moya, delegada del PND.

Imposible hubiera sido, por ejemplo, atajar el problema de la heroína, que circulaba con bastante libertad de mano en mano y con ella se extendió la epidemia del sida. También hubiera sido bastante complicado crear la red asistencial de drogadicción, inexistente hace 20 años, y que actualmente se extiende por todo el territorio español. integrada por profesionales con un gran nivel científico dedicados en exclusiva a este tema. Y tampoco hubiera sido posible lo que los responsables y profesionales del Plan más valoran, que el drogadicto dejara de ser visto y tratado como un delincuente marginal, al que había que apartar, para ser considerado un enfermo que precisa ayuda.

Han pasado 20 años, pero el trabajo, ni mucho menos ha terminado. Al contrario, los retos a los que se enfrenta ahora son incluso mayores que en los años 80, ya que en este momento, la lucha contra las drogas ha perdido una de sus principales armas, la implicación de los ciudadanos. “La sociedad española ha bajado la guardia ante las drogas”, indica Carmen Moya, quien considera que éste es uno de los graves problemas a los que se enfrenta el plan.
Y es que las cosas han cambiado mucho desde 1985. Donde antes existía un grave problema social, ahora no hay una percepción del riesgo real, como han revelado numerosos estudios sobre la materia, como los realizados por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). “Los ciudadanos hablan de que les preocupan las drogas pero como concepto global, ya que cuando bajas a niveles cotidianos y preguntas sobre el cannabis, el alcohol, la cocaína… la percepción del riesgo disminuye notablemente”, indica Francisco Pérez, responsable del Plan Nacional sobre Drogas.

Todos los expertos en este campo coinciden en señalar que no es momento, en absoluto, de cantar victoria ante la droga. Muy al contrario, los retos a los que se enfrentan son, como mínimo, tan importantes como a los que se enfrentaron en los años 80. “La profunda transformación que en estos años ha experimentado nuestra sociedad ha llevado aparejados nuevos patrones de consumo. Al igual que sucede en el resto de Europa, en la actualidad nos encontramos con consumidores cada vez más jóvenes que practican un consumo con fines recreativos y socializadores y subestiman los riesgos para la salud de este fenómeno. La heroína ha sido sustituida por el cannabis y la cocaína en las nuevas formas de consumo”, explica la delegada del PND. Unos consumos centrados en el ocio, en la diversión ligada a las fiestas y a los fines de semana.
Y justifica sus palabras recordando que el 36,9% de los jóvenes de entre 14 y 18 años declara haber consumido cannabis en el último año y el 7,2%, cocaína. “Unos datos que apenas parecen preocupar a la sociedad, que concede escasa relevancia al problema de las drogas, quizá porque frente al deterioro inmediato y visible que produce la heroína, la población desconoce los problemas de salud asociados al consumo de cannabis, cocaína o éxtasis”, reflexiona Carmen Moya.

Esta situación requirió, a juicio de los responsables del Plan, de un nuevo planteamiento de las políticas de drogas, que se tradujo en la redacción de la Estrategia Nacional sobre Drogas 2000-2008. En el ecuador de su desarrollo, los responsables del PND decidieron hacer un análisis del camino recorrido a tenor de los resultados de los distintos estudios nacionales y europeos que sitúan a España en los picos más altos de consumo de cannabis y cocaína a edades muy tempranas.

La conclusión es que los recursos no faltan, ni el interés de las diferentes administraciones en poner en marcha políticas de reducción de daños, pero la prevención y la sensibilización son las grandes asignaturas pendientes. Unas asignaturas que el PND es consciente que debe aprobar lo antes posible porque si no el consumo seguirá incrementándose y nuevos jóvenes quedarán enganchados, ante la impasividad de la sociedad. El problema reside en que estos nuevos consumos deterioran la salud, y mucho, pero a largo plazo, y o la sociedad despierta pronto o el daño será aún mayor.