Para Oihan Iturbide (Pamplona, 1977), biólogo clínico, editor en Next Door Publishers y Yonki Books, y adicto rehabilitado, la droga es un gran tema de conversación, sobre todo entre drogadictos, pues sólo de pensar en ella las hormonas se disparan y uno ya es capaz de anticipar el subidón; sin embargo, para quienes han logrado escapar de ella supone un escenario conflictivo, una especie de tabú asociado a la palabra tóxico -tal y como pautan las sesiones de rehabilitación- y un recuerdo ennegrecido. Para todos, salvo para uno: el propio Oihan, cuyo caso es inaudito; porque lejos de callar, habla y derriba prejuicios; porque, además de ayudar a que nos (re)conozcamos a nosotros mismos, nos ofrece las herramientas, los testimonios y el conocimiento científico preciso. Y así de bien le va: cosechando éxitos y acercándonos a espacios que siempre estuvieron cerrados -y prohibidos-.
PREGUNTA: Antes de nada, permíteme que te felicite, pues en marzo recibiste, junto a otros 6 galardonados, la Cruz de Carlos III como reconocimiento a tu contribución al progreso de Navarra; y te alegraste porque, entre otras muchas cosas, «en el Salón del Trono del Gobierno de Navarra se usó la palabra YONKI», muestra de que, inequívocamente, las cosas estaban cambiando. ¿Cuánta importancia tiene subirse a la palestra y empezar a hablar de lo que llevan tantos años acallando?
RESPUESTA: Pues mira, el momento del discurso fue bastante curioso, porque empezó conmigo diciendo delante de todos los políticos de Navarra que hace 15 años -que fue cuando salí de desintoxicación- yo no tenía ni esperanza ni futuro; para terminar hilándolo luego con la importancia de la comunicación en la ciencia y otras cosas relacionadas con el mérito concedido. Cuando bajé del estrado, se me acercaron unos cuantos para felicitarme: qué valentía, qué no sé cuánto atreverme a decir todo aquello nada más empezar, hablando de la desintoxicación y demás, pero yo sólo pensaba en el enorme privilegio que tenía, en que si había logrado la oportunidad para explicar esas cosas en el Salón del Trono del Gobierno de Navarra era precisamente porque yo reunía una serie de características que me permitían hacerlo, ligadas, básicamente, a mi contexto económico y sociocultural. Todo el rato pensaba: si yo no hubiese sido una persona con recursos para poder desarrollarme después de mi adicción, o si no hubiera nacido en la familia que nací, probablemente nunca hubiese recibido una Cruz de Carlos III, ¿no? Siendo así, el hecho de haber podido utilizar una palabra como «yonqui» en un espacio como aquel supuso, por un lado, un pequeño éxito personal, ya que por fin alguien ha podido subir a la palestra y decir que es un adicto rehabilitado, que es algo que antes no se podía ni nombrar -o al menos había que tener muchos huevos para hacerlo-, a pesar de que para lograrlo haya que seguir teniendo una posición de privilegio, perpetuando ligeramente la trampa y, de cierto modo, el statu quo. Sea como sea, es un gran triunfo que por fin se pueda hablar y se pueda mencionar una palabra como «yonqui» con todas sus connotaciones; aunque sigue habiendo mucho trabajo por hacer, sobre todo para que se deje de estigmatizar a la persona o al individuo más allá de sus circunstancias.
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