Redacción-
El texto que viene a continuación, es una traducción y resumen de un artículo publicado en Filtermag.org bajo el título “Stop Scapegoating Immigrants for the Fentanyl-Involved Overdose Crisis”, Pongamos Fin a la Culpa a los Inmigrantes en la Crisis de Sobredosis con Fentanilo escrito por Thomas J. Rachko, Jr. y publicado el 16 de octubre.
A medida que Estados Unidos se enfrenta a una devastadora crisis de sobredosis de opioides, algunos políticos conservadores han recurrido a una táctica familiar: culpar a los inmigrantes, específicamente a los indocumentados de origen afroamericano y latino, por la propagación del fentanilo en el país. Sin embargo, esta narrativa es falsa y perjudicial. En lugar de abordar el problema de manera efectiva, distrae de soluciones basadas en evidencia y daña a las comunidades de inmigrantes.
Los datos de Aduanas y Protección Fronteriza revelan que la mayoría del fentanilo que ingresa a Estados Unidos lo hace a través de los puntos de entrada oficiales, y la mayoría de él es introducido por ciudadanos estadounidenses. Ignorar estas estadísticas lleva a la promoción de políticas más duras en inmigración y seguridad fronteriza, basadas en la falacia de que esto frenará el flujo de fentanilo. Esta lógica refleja el enfoque fallido de la guerra contra las drogas y políticas de inmigración que han militarizado la frontera.
Este chivo expiatorio de inmigrantes no es nuevo en la historia de Estados Unidos. A lo largo del tiempo, los inmigrantes han sido falsamente vinculados con el tráfico de drogas para justificar políticas excluyentes. Por ejemplo, la Ley de Exclusión China de 1882 se basó en la asociación de los inmigrantes chinos con el opio. De manera similar, la prohibición del cannabis y la creación del término “marihuana” se relacionaron con campañas racistas contra los mexicanos.
El autor, de origen cubano, señala que su familia ha sido objeto de esta etiqueta de traficantes de drogas en el pasado. Al igual que los mexicanos fueron vinculados a la marihuana, los cubanos han sido relacionados con la cocaína, lo que ha llevado a estigmatizar a toda la comunidad cubana. El artículo plantea la necesidad de reconsiderar este estigma y reconocer que muchas personas, incluyendo inmigrantes, pueden verse atrapadas en la venta de drogas como una forma de sobrevivir y mantener a sus familias.
El texto aborda la complejidad de las vidas de las personas, y cómo las políticas de drogas y migración a menudo no tienen en cuenta estas realidades. El autor también comparte la experiencia de su familia con el sistema penal debido a delitos relacionados con las drogas. Argumenta que perseguir a consumidores y vendedores de bajo nivel no aborda las causas subyacentes del consumo de drogas y la adicción. En cambio, la aplicación racializada en poblaciones marginadas profundiza los ciclos de pobreza y aumenta el riesgo de sobredosis.
El artículo señala que la aplicación y el castigo no han logrado resolver nada y han infligido daños adicionales. Además, la criminalización del comercio de drogas en realidad aumenta el valor de las drogas, lo que incentiva el tráfico. El enfoque de la prohibición solo lleva a drogas más potentes y peligrosas en mercados no regulados.
El autor, que ha trabajado en investigaciones de derechos humanos, destaca cómo la Guerra contra las Drogas ha tenido impactos desproporcionados en poblaciones vulnerables. Por ejemplo, los afroamericanos son arrestados de manera desproporcionada por posesión de cannabis a pesar de tasas de consumo similares a las de los blancos. Además, miles de inmigrantes con vínculos profundos en Estados Unidos han sido separados de sus familias debido a arrestos menores relacionados con drogas.
Finalmente, el artículo aboga por soluciones basadas en la compasión y la salud pública en lugar de una “guerra contra las personas”. Señala que la evidencia muestra que el acceso a la naloxona, programas de suministro seguro y centros de prevención de sobredosis, junto con el fin de la guerra contra las drogas, son las mejores formas de salvar vidas. El artículo concluye que culpar a los inmigrantes con fines políticos es perjudicial y va en contra de los valores de compasión, salud pública y derechos humanos que todos deberíamos promover.
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