La aparición y propagación de los nitazenos —un grupo de opioides sintéticos de extrema potencia— se ha convertido en un nuevo reto para la salud pública en Europa. Un texto publicado en la revista Addiction advierte de la urgencia de reforzar los sistemas de vigilancia y respuesta para afrontar el impacto de estas sustancias en la región.
Desde 2019, se han detectado 23 tipos diferentes de nitazenos en al menos 21 países europeos. El volumen incautado se triplicó en 2023 respecto a 2022, y las tabletas decomisadas se duplicaron en 2024. Estos opioides no solo circulan en polvo o mezclados con heroína, sino también en medicamentos falsificados, lo que aumenta el riesgo de intoxicaciones y sobredosis mortales.
Datos recientes de hospitales y servicios de reducción de daños muestran un patrón preocupante. En Riga, Letonia, 21 personas —mayoritariamente hombres jóvenes— acudieron a urgencias en 2023 y 2024 tras consumir nitazenos, a menudo combinados con benzodiacepinas, cannabis o cocaína. En países como Estonia, Letonia, Noruega y Suecia, estas sustancias estuvieron implicadas en decenas de muertes en los últimos dos años.
Personas expertas subrayan que el desafío reside en la capacidad de detección temprana. Aunque el análisis de aguas residuales puede ofrecer señales iniciales, su eficacia es limitada por la alta potencia de los nitazenos y las bajas dosis que se consumen. Por ello, recomiendan combinar múltiples fuentes de datos —desde incautaciones y análisis toxicológicos hasta encuestas en línea, estudios de jeringuillas usadas y servicios de drug checking— para no pasar por alto brotes locales de intoxicaciones.
El sistema de Alerta Temprana de la Unión Europea, gestionado por la Agencia de Drogas de la UE (EUDA), ya ha demostrado ser esencial en este campo. Sin embargo, el informe destaca que aún queda mucho por hacer para transformar los datos en acciones concretas de política pública, prevención y reducción de daños.
Además, el texto insiste en reforzar la capacidad toxicológica de laboratorios forenses y clínicos, así como en garantizar financiación sostenible para servicios de prevención, tratamiento y reducción de riesgos. “El tiempo de actuar es ahora”, concluyen las autoras, al recordar que la experiencia con el fentanilo en otras regiones del mundo debería servir de advertencia para evitar una crisis de sobredosis de gran magnitud en Europa.