Si África representa el drama actual del sida, el temor del futuro se llama Rusia. La antigua república soviética es el país donde se experimenta el crecimiento más rápido en la historia de la epidemia. El único dato positivo es que prácticamente no se ha actuado contra el sida y como dijo la profesora Kasia Malinowska-Sempruch, en una reunión plenaria de la conferencia, Rusia tiene «la oportunidad de aplicar las lecciones aprendidas tan trágicamente en otras zonas del mundo».
Según Peter Piot, en los últimos años se ha multiplicado por 15 el número de casos en la Federación Rusa, pero también hay que saber que fue uno de los países donde entró más tarde. Responsables de Onusida señalan que en menos de tres años se ha duplicado el número de infectados. Oficialmente hay 700.000 enfermos, lo que equivale al 0,9% de la población de 15 a 49 años, y el número de fallecidos el año pasado fue de 9.000. Los datos aportados por la doctora Anna Shakarishvili, del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos, estiman que en los territorios de la antigua Unión Soviética hay un millón de seropositivos. Ucrania es el otro país, con un número mayor de afectados. Pero son Rusia y China, por su elevada población, las dos grandes amenazas en el mapa del sida.
Para entender las dimensiones y características del sida en Rusia hay un dato clave. Lo proporciona la Red de Reducción del Peligro de Europa Central y del Este (Ceehrn) cuando señala que el 82% de los casos de sida registrados se hallan entre los consumidores de drogas intravenosas. Y la causa es el uso compartido de las jeringuillas. Sin embargo, las autoridades siguen apostando por una política represiva del consumo de drogas y se marginan los programas de intercambio de agujas o los tratamientos con metadona, que en otros países se han demostrado muy eficaces. España constituye en ese sentido un buen referente. En pocos años la jeringuilla ha dejado de ser el principal agente transmisor. Hace unos años, el 75% de los enfermos de sida españoles eran drogadictos y tras las intensas campañas para evitar que compartiesen jeringuillas ahora sólo representan el 33% de los enfermos.
La crisis económica ha contribuido en Rusia a aumentar el número de drogadictos así como la prostitución que es el segundo gran foco de transmisión de la enfermedad. Y contra esas dos lacras hay poca capacidad de reacción mientras no mejore la situación económica.