Nada tan aparentemente sencillo como dejar de fumar para evitar enfermedades y alargar la vida. Si los cigarrillos desaparecieran, ocho millones de personas que cada año fallecen a causa del humo (más de un millón como fumadores pasivos) seguirían viviendo. Y muchas más sortearían cánceres, enfermedades cardiovasculares, pulmonares, reproductivas. Pero acabar con la epidemia de tabaquismo está lejos de ser fácil: detrás de ella existe una industria de la adicción que engancha a los consumidores desde que son muy jóvenes, incluso niños, que se ensaña con los más vulnerables, que se adentra en nuevos mercados cuando fallan los viejos, que lanza dispositivos innovadores ―como los cigarrillos electrónicos― cuando los antiguos parecen decaer.

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