Hace 25 años, la adaptación cinematográfica de la novela de Irvine Welsh Trainspotting reveló un lado diferente de Edimburgo. Lejos de las tiendas para turistas y los sinuosos callejones medievales de la capital escocesa, su sombría visión cómica se centró, en cambio, en los consumidores de heroína de la ciudad y en la lotería de compartir agujas contaminadas con el VIH.

Hoy en día, como destaca el diario The Wall Street Journal, las muertes por drogas en Escocia son tres veces más altas que entonces, alcanzando un récord de 1.339 el año pasado. Con una población de 5,5 millones, es con mucho la tasa más alta per cápita de Europa y no muy lejana a la de EE.UU., donde una epidemia de opioides sintéticos contribuyó a más de 100.000 sobredosis fatales en los últimos 12 meses contabilizados hasta abril.

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