La Asociación de Atención a la Ludopatía y a la Exclusión Social (Aluesa) ha detectado en las Islas un nuevo perfil de jóvenes ludópatas poliadictos de entre 18 y 30 años, que no sólo son adictos al juego sino al alcohol, así como a las drogas y el sexo en mayor o menor medida. Durante los tres años que lleva de funcionamiento esta organización ya ha atendido a 500 personas ludópatas de las que 350 han continuado terapias para lograr su rehabilitación; en un 70% lo han conseguido. En todos los casos han estado enganchados en primer lugar a las máquinas tragaperras y en segundo al bingo; a bastante más distancia confesaron también su adicción a casinos, boletos de la Once y “cualquier apuesta que les ofrezcan”, recuerdan. En líneas generales, el perfil de la persona adicta al juego en Canarias, según esta asociación que dirige María José Vázquez y cuenta con dos psicólogos, uno de ellos Marcos Rivero, es el siguiente: varón, entre 30 y 50 años, casado y con trabajo liberal, lo que le permite el manejo incontrolado de dinero. Esta asociación, que funciona en Las Palmas (928 289077) desde hace tres años nació para dar respuesta a las personas que estando atrapadas por el juego en sus distintas modalidades, carecían de apoyo para superarlo.

NO ES UN VICIO

La primera puerta que se le abre al ludópata una vez que decide tocar en la puerta de esta asociación es escuchar cómo lo que hasta ahora él y su entorno han creído sobre su adicción se desvanece: “A todos ellos la sociedad les ha hecho creer que son unos viciosos y que están metidos en el juego porque quieren; nadie piensa que la ludopatía, y así lo reconoce incluso la OMS (Organización Mundial de la Salud), es una enfermedad, un trastorno de tipo mental incontrolable que te impulsa hacia el juego”.

Entre 40 y 50 personas adictas al juego reciben cada día atención en los locales de Aluesa, una atención y unas terapias de conductas en las que se les exige primero un cambio de conducta que está asociado al manejo de dinero y el alejamiento del juego. “Es curioso”, explica María José Vázquez, “pero los hombres son más valientes que la mujeres a la hora de reconocer que precisan ayuda; en cambio las mujeres hacen las consultas por teléfono y tardan mucho más en dar el paso.

La familia, que juega un papel vital en la recuperación de estas personas y a la que también implicamos en su recuperación, se entera en el caso de las mujeres muy tarde porque ellas no se atreven. Eso de que las califiquen de “bingueras” no lo soportan. Se avergüenzan mucho.

REMITENTES
Las personas adictas al juego que acuden a los locales de Aluesa situados en la calle Joaquín Belón, 32 (Cruz de Piedra, en Las Palmas) lo hacen no sólo por iniciativa propia, “el boca a boca funciona y de manera especial los medios de comunicación”, dicen Rivero y Vázquez, sino porque son desviadas de los médicos de centros de salud, los Servicios Sociales de los Ayuntamientos y trabajadores sociales de otros organismos. La ayuda económica oficial que permiten el mantenimiento, siempre al límite, de Aluesa llega sólo del Gobierno de Canarias y de los donativos que reciben de los simpatizantes de esta obra.

Explica uno de los psicólogos de la asociación que el juego, “como otras adicciones, la sociedad lo vincula al abandono y tal vez ahí radique la mala imagen que en general tiene la persona de la que se sabe que juega, etc. Porque además”, subrayan, “en muchas ocasiones la persona adicta al juego lo es también al alcohol y la explicación en este sentido es sencilla; si tenemos en cuenta que en un bar donde juegan a las máquinas, las copas están muy cercanas, la ansiedad preside cada instante y, además, son muchas horas las que se pasan en ese local. La tentación es muy fuerte”. No existe en Canarias un solo estudio sobre la incidencia de la adicción al juego en las Islas. Las últimas cifras hechas públicas en este sentido han sido extrapoladas de un informe nacional. Según ese trabajo el 4% de la población canaria es adicta al juego. En este renglón empieza y acaba el trabajo de investigación…

TRES PASOS
Tres son las fases a las que se tiene que entregar el ludópata cuando decide ponerse en tratamientos para corregir su estado, entre ellas su rehabilitación personal que pasa, especialmente, por el reconocimiento de su situación.

“Y creo”, dice Vázquez, “que nosotros contamos con un aval importante cuando tratamos a una de estas personas y es que ellas antes de llegar a esta casa reconocen haberse sometido a otros tratamientos y a otras terapias, algunas de las cuales suenan a chiste por su folclorismo como, por ejemplo, regar determinadas plantas a determinadas horas… así que cuando una persona llega a esta casa la consideran su última oportunidad y apuesta duro por ella. Eso es un tanto a nuestro favor”, señala finalmente Rivero.