Se supone que la noche debería sorprenderlos en sus casas, con las tareas, con la cena caliente, con los sueños de la infancia.

Pero la realidad es otra. Sus rostros se esconden en los portales, se ofertan a las ansias ajenas. De acuerdo con Nury Pernía, presidenta de la Asociación de Mujeres por el Bienestar y la Asistencia Recíproca, aproximadamente 50 mil niñas, niños y adolescentes del país son víctimas de explotación sexual.

Entre 2001 y 2002, Ámbar realizó la investigación Perfil de la Prostitución Infantil en Caracas:
104 casos de estudio, según el cual había aproximadamente 40 mil casos. Pernía asegura que esta población ha aumentado en los últimos tres años por “la falta de programas por parte del Estado.

Hace tiempo se creó una comisión interinstitucional contra el abuso sexual infantil, pero no se hizo nada”.

De las 104 personas analizadas, 8 fallecieron, todas mujeres:
6 debido a la infección por el VIH, y 2, en hechos de violencia.

“Tenían entre 13 y 14 años de edad, dejaron hijos, nunca obtuvieron documentación”.

La presidenta de la ONG asegura que Venezuela “viola los compromisos internacionales que ha suscrito sobre esta materia; se compromete a hacer cosas, pero no soluciona nada.

No ha creado los programas de prevención y ayuda, no hay campañas.

Este es un problema de salud pública que involucra a toda la sociedad”.

El segundo informe sobre explotación sexual comercial infantil será presentado hoy, a las 4:30 pm, en la sala A del Ateneo de Caracas.

No existen para el Estado

Las investigaciones de Ámbar revelan que hay pequeñas y pequeños desde los 9 años de edad forzados a la esclavitud sexual. ¿Quiénes son los responsables?
Amigas, familiares y redes de explotación. Jóvenes de ambos sexos son traídos bajo engaño a Caracas desde el interior del país. “Los vemos en la Lecuna, en la plaza detrás de la iglesia Santa Teresa, en Chacaíto y El Rosal. La mayoría son muy pobres. No saben nada de sexualidad; mucho menos, de preservativos.

No conocen sus derechos.

No saben leer ni escribir.

Carecen de documentación. No existen para el Estado ni para nadie”, lamenta.

También hay algunos que van y vienen de sus casas, “y la familia se hace la vista gorda porque necesita el dinero”. No faltan las adolescentes abusadas sexualmente por padres o padrastros; “quedan embarazadas, la madre no les cree la historia, o no quiere creerla porque no tiene quién la mantenga, y las bota de la casa, y entonces, caen en la prostitución para sobrevivir”.

Las hay, igualmente, de clase media, “paradas en una esquina para llamar la atención, llevar la contraria en el hogar, o porque quieren independizarse”.

Aun cuando las integrantes de la ONG no han encontrado a menores de edad en prostíbulos, sí temen que los anuncios en prensa y en páginas web sean una mampara.

“El Estado no ha asumido que debe verificar lo que allí sucede; sin duda, puede haber adolescentes obligadas al comercio sexual”, advierte.

Desde febrero pasado funciona la casa hogar taller Ámbar, para niñas, niños y adolescentes explotados sexualmente. El albergue, que cuenta con financiamiento de la Unión Europea, ofrece atención integral, elaboración del proyecto de vida y una guardería para que dejen a sus bebés. Actualmente tienen a 15 muchachas y 1 muchacho, que están voluntariamente desde la mañana hasta la noche.