En muchas casas la escena es la misma: un niño en pijama pegado al móvil antes de desayunar, otro que protesta porque quiere llevarse la tablet a la playa, padres que amenazan con apagar el wifi si no se visten de una vez. Las vacaciones, ese tiempo que debería oler a mar, a pino, a montaña, se llenan de pulsos domésticos por cada minuto de pantalla. El desafío no es pequeño: ¿cómo lograr que trepen a un árbol, rueden por la arena o inventen un juego con piedras y ramas?
“El verano supone desconexión de las actividades lectivas y extraescolares, pero para los padres no resulta nada fácil”, reflexiona María Dolores Mora Olmedo, diplomada en Magisterio en Psicología Educativa y orientadora escolar. “La dependencia digital es bastante alta entre los niños y adolescentes”, añade. La experta se remonta a un estudio de 2009, titulado Menores y nuevas tecnologías: uso y abuso y publicado en el Anuario de Psicología Clínica y de la Salud, que ya reportaba un consumo medio de más de seis horas diarias entre televisión, móvil e internet entre menores españoles de 12 a 17 años. “No se puede desconectar sin dar alternativas a su uso”, sentencia Mora.
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