Sobre una pared de mi barrio aparece una provocativa pintada. Un texto resalta sobre una grandiosa hoja de cannabis: «legal o ilegal, me da igual». Mientras, otros siguen defendiendo la «tolerancia cero». Se trata de una sustancia ilegal y basta. Son muestras de las posiciones tan enfrentadas que hoy existen en nuestra sociedad. El cánnabis parece ser hoy la droga que más pasiones levanta. Hasta en la calle se defiende su consumo.

Los medios de comunicación aportan continuamente noticias de todo tipo sobre su consumo, su presencia en los centros escolares, sus posibles efectos terapéuticos, las medidas políticas propuestas, las penas impuestas por los jueces, la percepción de un menor riesgo, las demandas de legalización, la reivindicaciones de personas afectadas por el cáncer, etc..

La investigación, por su parte, ofrece nuevos datos sobre este debate tan complicado como el estudio «La percepción social de los problemas de drogas en España, 2004», realizado por la FAD. El número de personas a favor de que se legalice el hachís se ha duplicado en cinco años. Si en 1998, el 18% de la población española de 15 a 65 años creía que era «muy importante» tomar esta medida, en 2003 lo pensaba el 36%. El hachís es la droga percibida como «menos peligrosa», por detrás de alcohol y tabaco.

Pero con tanta información como existe en el mercado, no parece que la cuestión del cánnabis se clarifique más. Muchas informaciones son claramente tendenciosas, con argumentos y datos no muy convincentes a pesar del tono « científico » con que dicen sostener sus afirmaciones. Al consumo del cannabis se le achacan tipo de males desde el fracaso escolar hasta la pobreza de los marginados.

Otras, en cambio, banalizan todo lo relacionado con el consumo de esta sustancia que perciben como un producto mágico que resolverá no pocos problemas personales y sociales. El cannabis aparece entonces como “producto natural”, “da buen rollo”, “no engancha”, y se añade una virtud “ecológica” que no hace sino aumentar sus atractivos.

En este revuelo de noticias, uno puede quedar un tanto perplejo al no saber ya qué postura tomar a nivel personal, y menos qué decir cuando tiene que dar alguna orientación profesional para otros. Lo único que parece evidente ante posiciones tan contrapuestas es que la cuestión del cánnabis resulta mucho más compleja de lo que a simple vista parece. No basta con decir que es una droga prohibida y con esto se solucionan todos los problemas. Como tampoco resulta convincente que con la legalización vendría la solución a todos los interrogantes.

Ante esta situación, sin embargo, no faltan profesionales que desde hace tiempo han investigado sobre esta cuestión social, conscientes de su complejidad, pero en desacuerdo tanto con la criminalización fácil de lo desconocido como con la banalización cómoda del consumo del cánnabis. Estos profesionales trabajan en diferentes ámbitos y quieren disponer de más luz en el tema para tomar en cada caso las decisiones más oportunas. Y son muchos los que podrían aportar sus experiencias e inquietudes en esta cuestión tan debatida hoy, lo que ayudaría a encontrar respuestas coherentes con la realidad del problema.

Así un grupo de ellos, se animó a participar en la elaboración de un monográfico para la «Revista Española de Drogodependencias (nº 1-2, 2005)». La inquietud que ha unido a sus autores no ha sido otra que la preocupación por los derechos de las personas, consumidoras y no consumidoras de drogas, dentro de esta sociedad tan complicada como es la nuestra así como el convencimiento de que, si algo se necesita en este momento, es una reflexión serena y profunda ante la cuestión del cánnabis, sobre la que tan poco se sabe y sobre la que planea una política represiva que no parece haber ayudado a solucionar los problemas que las personas puedan tener con esta droga. De ahí la necesidad de comunicar sus reflexiones para que otros se impliquen también en un marco de libertad y de compromiso social.

No faltará quien piense que este tipo de reflexiones y debates no hacen más que contribuir a reforzar y difundir el consumo del cánnabis, una droga prohibida. Ellos entienden que la «verdad» exige actuar con mano dura ante el consumo y todo lo que con él tenga relación. Entienden que el consumo de cannabis constituye una amenaza para la salud pública y urgen políticas contundentes. Otros en cambio perciben demasiada incoherencia en los planteamientos y prácticas actuales con no pocos perjuicios para consumidores y no consumidores, por lo que no saben a qué a tenerse ante las situaciones con las que se encuentran en su trabajo profesional.

Ante posiciones tan contrarias en la cuestión del cannabis, está que claro que se necesitan unos conocimientos más objetivos y criterios más justos para actuar de forma coherente ante la cuestión del cánnabis y todos los problemas con ella relacionados. Y para llegar a estos conocimientos, se necesitan las aportaciones de todo tipo de profesionales que complementarán las visiones parciales de cada uno.

En este monográfico de la Revista de Drogodependencias, junto a los trabajos de investigadores del fenómeno del cánnabis, están otros de profesionales de diferentes disciplinas centrados en la prevención y el tratamiento como de personas ya implicadas en el consumo de esta sustancia, aunque desde motivaciones muy variadas. Así se recogen tanto reflexiones de asociaciones de consumidores como de mujeres con cáncer de mama.

La reflexión que anima este monográfico quiere tener continuidad con nuevas aportaciones que la misma revista publicará. Algunas ya están elaboradas como el trabajo de Oriol Romaní titulado «La cultura del cannabis treinta años después». Otras, están en ciernes. Sería interesante, en este sentido, recibir nuevas reflexiones que ayuden a clarificar la situación tan compleja del cannabis para responder a los problemas reales que existen, relacionados con el consumo de esta sustancia, entre los que conviene no dejar de lado aquellos provocados por la misma prohibición y la aplicación de la legislación vigente, el consumo de porros en edades cada vez más tempranas y la canalización de su consumo. Ante esta situación, conviene reflexionar sobre el sentido y alcance de la prevención ante el consumo de esta droga.

La prevención como el tratamiento han de partir siempre de las necesidades planteadas por los propios consumidores, que, en ocasiones, pueden tener relación con el consumo de las sustancias, pero que siempre están asociadas a condicionantes personales y sociales. El problema no es la droga sino el uso que se haga de ella, sin olvidar por supuesto, la situación de las personas por motivos de edad, situación física, responsabilidad social, etc. La prevención y el tratamiento asumen que los individuos puedan correr riesgos, lo que no significa que se les abandone a su propia suerte. Al contrario, los problemas que surgen del consumo de esta drogas constituyen una llamada de atención para revisar actuaciones, planes, políticas, etc. al constatarse que ciertos sujetos no disponen de los recursos necesarios para vivir de forma saludable.

Porque son precisamente las personas las que tienen que preocuparnos, urge analizar sus carencias con mirada amplia, contemplar todos sus derechos como personas, considerar su papel en esta sociedad globalizada más preocupada por los beneficios económicos que por el desarrollo humano, y ofertarles un futuro esperanzador atendiendo, primero, sus necesidades actuales y, segundo, ofertándoles recursos que apoyen y estimulen un proyecto de vida saludable.

La droga no es el problema, por más que se la demonice y sobre ella caiga la responsabilidad de muchos de los males de la sociedad. Al contrario, son los otros problemas de la sociedad, no resueltos lo que provocan que ciertas personas encuentren en las drogas una forma de ganarse el sustento, de disfrutar de lo que la vida ofrece, de calmar inquietudes y malestares, entrando a veces en una dinámica que les puede traer mayores problemas.

Hay que reconocer, por otra parte, que en muchos casos existe un consumo razonado y funcional del cannabis, en el que los beneficios obtenidos o esperados superan los perjuicios que la sustancia causa. Entre estos destacan los provocados por el régimen legal de esta sustancia, las situaciones de angustia o ansiedad, las alteraciones respiratorias y los problemas familiares. Pero, en otros, es evidente que ciertos consumidores necesitan ayuda profesional.

No se pueden meter en el mismo saco de la «droga» los diferentes consumos que en este momento existen de los diferentes productos cannábicos. Habrá que analizar con rigurosidad unos y otros, al margen de moralismos interesados, para poder ofertar respuestas coherentes con las necesidades planteadas, al mismo tiempo que respetuosas de los derechos de las personas. Es una tarea que no se puede hacer sin un debate abierto y una reflexión bien documentada.

Firmado: Amando Vega Fuente

Profesor de la Universidad del País Vasco