Dentro de las grandes amenazas a nivel mundial (el hambre, el desempleo, el crecimiento acelerado de la población mundial, el cambio climático, una pandemia viral, el terrorismo, una guerra núclear, el impacto de un meteorito, los supervolcanes, etc.) que afectan y afectarían a la población en el futuro, sin duda alguna se encuentra el tema de las drogas (producción, venta, consumo-uso y abuso-).

Las estadísticas siguen siendo las mismas, con menos incidencia aquí, más prevalencia allá. Según las últimas cifras de la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Crimen (ONUDC), 200 millones de personas usaron algún tipo de droga ilegal en el último año, al igual que 1.500 millones son fumadores de tabaco y cerca de la mitad de la población son consumidores de alcohol. Esto con respecto a las drogas consideradas como legales, mas no mejores que las ilegales, con las cuales las estadísticas calculan que alrededor de 5 millones se inyectan compartiendo jeringas, forma directa de transmitir el VIH y otras enfermedades infecciosas.

La heroína, la cocaína y el extasis se han convertido en las drogas de moda en toda Europa en la población joven lo que nos lleva a concluír que en términos generales las drogas siguen siendo un problema social que involucra no sólo a los ambientes de dónde se presumen los factores de riesgo (familia, escuela, individuo..) sino también a toda la sociedad y sus sectores (sanitario, económico, educación…).

Pero recordemos que las drogas no cobran sentido si no interactúan con un ser vivo, específicamente, con las personas.
Entonces ¿la amenaza real son las drogas o la persona vulnerable que la consume? ¿Por qué se sigue presentando el problema si cada vez se suman más esfuerzos para combatirlo? ¿En dónde radica el verdadero problema: políticas, entes educativos, publicidad o en la persona en sí?

Haciendo una reflexión, lamentablemente he llegado a la conclusión de que el problema radica en la persona, quien no está preparada para asumir el reto de decir no, la persona que no se conoce, no se valora y no sabe que cada una de sus partes (fÍsico, intelectual, espiritual) es única y que la pérdida de cada uno de éstos elementos es su decisión y al final siempre deberá asumir la responsabilidad.

La persona que no tiene amor propio, no sabe cuánto vale; término que lo diferenciamos de la palabra autoestima porque son diferentes y casi siempre nos quedamos con el segundo olvidando que es el amor propio el que nos da la autoestima,.

Pero es razonable que el niño a los 6 años no lo sepa y menos tenga idea de cómo valorarse; es allí donde entran en juego los diferentes entes educativos. Pero no es sólo decirlo y comprometerlos sino asegurarse de que las personas encargadas de ésta tarea también lo sepan; muchas de ellas son adultos que desconocen realmente la raíz del problema y no me refiero solamente a los que imparten los diferentes programas de prevención también sino a quienes los piensan, los planean, los elaboran.

La propuesta es sencilla, trabajar con la persona y para la persona, haciendo uso de las herramientas que nos permitan formarnos a nosotros mismos como impartidores de esa formación desde nuestro lugar, ya sea como padres, maestros, doctores, enfermeras, como adultos responsables y comprometidos y siempre prefiriendo el «prevenir que curar».

Firmado: Mgr. Carin Prieto Cruz
Pedagoga