Hay que reconocer que asistimos a una auténtica guerra en relación con el proyecto de Ley de Prevención de Bebidas Alcohólicas entre los menores. Basta seguir los titulares de la prensa para ver dónde se sitúan los diferentes bandos. Detrás, más o menos visibles, aparecen los intereses de las diferentes empresas, unas relacionadas con el vino, otras, con la publicidad. Aparece también la lucha política partidista-electoralista, que aprovecha esta cuestión sensible para defender los propios intereses. Y no faltan «expertos» que apoyan a uno u otro bando con sus manifiestos y declaraciones.

Este enfrentamiento viene de lejos. Hace tiempo que se pide una política firme frente alcohol y no han faltado, por cierto, promesas desde la administración. Pero siempre, los proyectos de cambio se han convertido en agua de borrajas. Cualquier proyecto o intento de cambiar la política, más allá del color del partido gobernante, se ha encontrado con una dura oposición de los colectivos interesados no sólo en su producción y distribución sino en su promoción, como el mundo mediático que tanta renta ha sacado de la publicidad.

Hasta los niños/as y los/las adolescentes han constituido uno de los objetivos principales de la publicidad del alcohol y hay que reconocer que lo han conseguido. No es que los directivos de estas empresas hayan pretendido que los niños beban: lo que han buscado conscientemente ha sido familiarizarlos con sus productos, poner las bases para una demanda futura creando a tiempo una actitud favorable y unas expectativas determinadas. El uso de animales, mascotas, cómics y dibujos animados en sus campañas, para publicitar marcas de alcohol es una de sus tácticas. Otra, organizar y poner en marcha diferentes actividades, en principio, educativas, como campañas, programas escolares, materiales didácticos, investigaciones, etc.

La industria alcoholera ha creado y financiado organizaciones de carácter social que le permiten controlar los problemas que pueden perjudicar sus negocios, a través de influir en las políticas del alcohol de las organizaciones gubernamentales nacionales e internacionales. Para ello se convertido en miembros de destacadas organizaciones específicamente antialcohol y de comités que tienen influencia política y respetabilidad; reclutan científicos, organizan congresos y promocionan publicaciones de alto nivel. Han creado organizaciones de carácter social en mercados emergentes y en países de renta per cápita baja; y han preparado y promocionado declaraciones de consenso y códigos de práctica.

Los medios de comunicación han sido y son los grandes aliados tanto de las empresas alcoholeras como de esas organizaciones de carácter social. No ha de extrañar que se opongan frontalmente a las restricciones de la publicidad que el proyecto de ley quiere llevar a cabo. De hecho, todos los medios de comunicación -diarios, revistas, radios y cadenas privadas de televisión-, señala la noticia-, han unido fuerzas en una campaña institucional titulada Con los jóvenes, con la libertad publicitaria, en respuesta a la restricción de la publicidad que subyace en parte del articulado de la Ley de Prevención de Bebidas Alcohólicas entre los menores, que prepara el Ministerio de Sanidad (El Mundo, 01/16 2007). Se justifican recordando que cada uno de sus asociados «promueve la autorregulación publicitaria del alcohol y el consumo responsable, como recomienda la Comisión Europea». Y denuncian «imponer la censura previa a la publicidad supone un importante retroceso para las libertades públicas». Así que han trasladado a la Administración y a las distintas instituciones «su más enérgico rechazo frente a una forma de censura previa como la que subyace en ese artículo del anteproyecto». Autocontrol, que forma parte de la plataforma «La sociedad ante las drogas», también crítica la ley de alcohol por no recoger la autorregulación publicitaria como «medio más efectivo para alcanzar los objetivos del proyecto» (Cinco Días, 31-01-2007).

Esta estrategia, de todas formas, ha sido denunciada por expertos de la OMS. Estas «organizaciones de carácter social» apoyan criterios básicos que, al ser analizados confirman que su objetivo global no es beneficiar a la salud y al bienestar públicos, sino a la propia industria alcoholera (Anderson, 2003). De hecho, este autor hace una referencia directa a la fundación «Sociedad y Alcohol», muy conocida en los medios por sus programas preventivos, que, por otra parte, también forma parte de la plataforma «La sociedad ante las drogas» animada por el Plan Nacional como recurso de participación social y de compromiso ciudadano.

Habrá que recordar una vez más con la Declaración sobre jóvenes y alcohol (OMS, 2001) que la juventud «está siendo seriamente amenazada en su salud y bienestar por el uso del alcohol». Y que, entre los factores implicados, está el esfuerzo hecho por las industrias de las bebidas alcohólicas en comercializar el deporte y la cultura de jóvenes promocionándose a través de sus sponsors, la globalización de los medios de comunicación y los mercados de consumo que están conformando cada vez más las percepciones, elecciones y comportamientos de los jóvenes. Como también que el predominio del mercado libre que ha erosionado las redes de salud pública existentes en muchos países y ha debilitado las estructuras sociales para la gente joven.

Las consecuencias son evidentes en adolescentes y jóvenes e incluso niños: daños físicos, emocionales y sociales, con todos los problemas que llevan asociados, muy conocidos por todos. Los costes económicos y sociales de los problemas ocasionados por el alcohol, por otra parte, suponen una substancial carga para toda la sociedad.

Conviene destacar que las creencias positivas sobre el alcohol se mantienen con todos los honores entre la población juvenil, más allá de los cambios de modas y de las diferentes formas de consumo entre la población. Estos estereotipos se pueden concretar en frases tan manoseada como: es un estimulante sexual, facilita las relaciones sociales, ayuda a mantener el tono vital y el carácter alegre, etc. Son los tópicos, que la publicidad explota a la hora de promocionar productos alcohólicos entre la población adulta y la más joven. Y no se puede negar que recursos y creatividad en el mundo publicitario para manejas con habilidad esas creencias tan arraigadas en nuestra cultura, hasta el punto que resulta difícil en ocasiones separar el estereotipo del conocimiento científico.

No hace falta, pues, insistir en la necesidad de poner en marcha políticas comprometidas con los derechos de los menores, especialmente con los relacionados con salud. Con la Declaración sobre jóvenes y alcohol (OMS, 2001) se trata de proteger a los niños y a los jóvenes de las presiones hacia la bebida y reducir el daño que directa o indirectamente les hace el alcohol. De ahí la llamada «a todos los estados miembros, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales y otras partes implicadas a invertir y defender la salud y el bienestar de los jóvenes para asegurarnos que tengan una buena calidad de vida, y un futuro brillante en términos de trabajo, ocio, familia y vida en comunidad». Es un esfuerzo que merece la pena para un objetivo que interesa a muchos más ciudadanos que los que se puedan sentir perjudicados por un control de la publicidad muy coherente con los derechos de los menores. Padres, educadores y profesionales de la salud y el bienestar social lo sabemos muy bien.

No deja causar cierta sorpresa que se interrumpa la tramitación del proyecto de ley para prevenir el consumo de alcohol entre menores por haberse convertido, según la opinión de la Ministra de Sanidad, en un tema de confrontación y de enfrentamiento electoral. De todas formas, la guerra continúa, aunque no faltan quienes ya se apuntan la victoria. Mientras tanto, los únicos perdedores son los menores que siguen expuestos a las presiones al consumo de bebidas alcohólicas, entre las que está el vino, simplemente porque contiene alcohol.

REFERENCIAS

ANDERSON, P., (2003). Las organizaciones sobre aspectos sociales de la industria de alcoholes. Una advertencia a la salud pública. Rev. Esp. De drogodependencias, 28, 4, 2003, pp. 315-327.
OMS (2001), Declaración sobre jóvenes y alcohol. Conferencia ministerial sobre jóvenes y alcohol.

http://www.alcoholinformate.org.mx/portal_jovenes/home.cfm?alcohol=76&pag=alcohol