Durante los últimos 25 años se ha planteado el consumo de sustancias como una escalada progresiva desde las denominadas “drogas blandas” (alcohol, tabaco y cannabis), cuyo uso es fundamentalmente recreativo, hasta las determinadas como “drogas duras” (sobre todo cocaína y heroína), las cuales se pueden convertir en un problema de adicción. Por tanto, para evitar el “caer” en una adicción, se trataría de evitar los consumos de las “drogas duras” y potenciar el uso social de las otras sustancias.
La realidad del consumo en Andalucía es completamente diferente: las sustancias que plantean mayores problemas en riesgos sanitarios y peticiones de atenciones en dispositivos de tratamiento son el alcohol, el tabaco y el cannabis. De hecho, la sustancia que según los últimos estudios neuropsicológicos mayores problemas plantea en el cerebro de sus consumidores es el alcohol. De igual manera, la sustancia que mejor correlaciona con fracaso escolar, absentismo laboral y accidentes de tráfico con lesiones es el cannabis. La sustancia que supone mayor gasto sanitario en Andalucía es el tabaco. De igual manera, los consumidores de “drogas duras” no son consumidores de una sola sustancia: los consumidores de heroína consumen en Andalucía la mezcla de heroína marrón con cocaína denominada “revuelto” o “rebujao”; ya no existe el consumo de heroína blanca procedente de Indochina, por lo que la vía de consumo ha pasado de inyectado a inhalado en papel de plata; los consumidores de cocaína, por su parte, consumen paralelamente alcohol y cannabis, además de mantener otras conductas adictivas como juego patológico, compras compulsivas o sexo sin control.
Sobre el uso “social”, se convierte en un elemento tan poderoso para potenciar la adicción que las sustancias se terminan convirtiendo en el único elemento de socialización, anulando recursos personales y habilidades sociales. La mayor parte de las conversaciones de los consumidores giran alrededor de las vías de consumo, la forma de conseguir las sustancias, las personas que las toman, los lugares donde comprarlas, cómo engañar a la familia para que no se de cuenta del consumo…De hecho, ese uso social crea una estructura de poder dependiendo del acceso que tenga cada uno de los miembros a la sustancia de consumo, así como las posibilidades de adquirirla e invitar que posea. En función de esa estructura social se articulan una serie de relaciones de poder y dominio, camufladas como “amistad” y que en muchos casos conllevan amenazas, humillaciones y pagos en diversos formatos, incluyendo el sexual.
No es necesario entrar en la vivencia de la marginalidad con el consumo de las sustancias. En realidad, cuando se realizan encuestas de cuáles son los motivos por los que se accede a los tratamientos, la respuesta más presente es “Por haber tocado fondo”. Hablamos de personas de muy diferentes procedencias sociales, estatus económicos, vías de consumo, edades, situaciones formativas y laborales….La subjetividad de las drogas es hacer descender al infierno a los consumidores hasta que eligen cambiar de vida y manera de relacionarse. Pero ese es otro apartado que vendrá más adelante.
Firmado: Antonio Jesús Molina Fernández
Psicólogo colegiado GR-04474