Nos preocupa que nuestros hijos tengan las drogas cada vez más accesibles y más baratas, pero difícilmente asociamos ese consumo con otros fenómenos sociales que podríamos emplear en el discurso de corresponsabilidad con el que sí queremos identificar a los más jóvenes. Por ejemplo, poco o nada sabemos sobre el impacto medioambiental de estas sustancias que provocan verdaderos desastres ecológicos allá donde se procesan.
En el Día Mundial del Medio Ambiente he echado de menos una sola referencia a esas 250.000 hectáreas que se deforestan tan solo en la selva peruana, cada año, para dedicarlas al cultivo de la coca. Sobre todo, porque en la naturaleza un solo centímetro de suelo tarda en formarse unos 300 años. Además, la coca es tan depredadora, que altera el ecosistema de su alrededor y habrá hierbas por descubrir que ya nunca podrán curar enfermedades en las farmacias de Occidente.
Convendría explicarles a nuestros chicos y chicas, esos que se hacen una raya limpiamente en cualquier discoteca, que por cada kilo de cocaína hacen falta cuatro toneladas de planta para procesarla y sustancias químicas que están convirtiendo el padre de todos los ríos en un vertedero líquido, con restos de permanganato o ácido clorhídrico flotando en sus aguas, de las que se sirven las comunidades indígenas para beber, lavarse o regar los campos. Además, esos precursores químicos que alteran el pH natural de las aguas obligan a los peces a migrar, cuando no les envenenan.
Por puro egoísmo, junto a casa, cualquier cocinero de la coca puede estar manipulando ahora mismo sustancias, algunas inflamables, como los cientos de kilos de queroseno, o la lidocaína que se incautaron la semana pasada en sendas masías de Masquefa y Premià de Mar. ¿Adónde van a parar los vertidos acabado el proceso? Al mismo lugar que las lanzan los laboratorios clandestinos donde se fabrican pastillas de éxtasis: a nuestras alcantarillas.
Es verdad que un grano no hace granero y las drogas son un problema mucho más complejo, pero otro gallo nos cantaría si verdes como Al Gore o Manuel Marín lo tomaran como bandera.
Firmado: Begoña del Pueyo Ruiz
Publicado originalmente en: EL PERIÓDICO (Barcelona)