Cada época, cada momento histórico, tiene sus drogas preferidas y tiene también una música característica que sirve de telón de fondo, de escenario para el consumo. En los 60, la década progre, la música que triunfaba era el pop y la psicodelia junto a la marihuana y el LSD (Dietilamida del Acido Lisérgico) como drogas de masas. En los años 70-80 el rock y la música heavy (hard rock) era lo que más se escuchaba, teniendo como droga relacionada la heroína. La música bakalao será el máximo exponente de los años 90 y el «Extasis» y la cocaína, las drogas consumidas. Un ejemplo de esta última combinación entre música y droga es la canción titulada «Así me gusta a mi», de un pinchadiscos valenciano, cuyo estribillo era «exta sí, exta no, esta me la como yo», en clara refencia a las pastillas de MDMA (éxtasis). Este fenómeno, que en Inglaterra se denomina movimiento «rave» y se puso de moda a partir de 1988, ha convertido al éxtasis en la droga preferida y se calcula que medio millón de personas en dicho país lo ha probado. Años más tarde la «ruta del bakalao» o «rave» muestra pocas señales de perder fuerza. Y prueba de ello es que continuamente la policía desmantela nuevos laboratorios clandestinos de drogas sintéticas.
A los míticos festivales de Woodstock y de la Isla de Whrigh, le sucedieron Jimi Hendrix, los Sex Pistols y los Rolling Stones. Y a estos abuelos del rock les han tomado el relevo las discotecas de apertura retardada y cierre vespertino donde la única música que se puede escuchar es el bakalao. Esta es una música machacona, repetitiva, elaborada a partir de una simple melodía que, mezclada con sintetizadores y secuenciadores se reitera una y otra vez con ligeras variaciones. Las letras, cuando las hay, son sencillas girando en torno a temas sexuales y/o relacionados con el mundo de las drogas de diseño o la ciencia ficción. No protestan contra nada ni transmiten ningún mensaje, tan solo repiten estrofas y frases ocurrentes y disparatadas; lo más importante es la música, el ritmo, y su motivación para el baile. Los jóvenes que bailan bakalao mueven brazos y piernas simulando robots, repitiendo movimientos constantemente; no se baila pegado sino que cada joven se sitúa ocupando un trozo de pista lo más prominente posible para que todos le puedan ver y contemplar.
Lo más frecuente es que cuando se baila este tipo de música se vaya debidamente «colocado» con «éxtasis», esa nueva droga de diseño falsamente afrodisíaca y ligeramente estimulante. Ello provoca una fuerte distorsión a nivel perceptivo, sensación causante de que los usuarios no tomen conciencia del agotamiento físico o de los peligros intrínsecos a nivel orgánico. Como el alcohol puede anular esa arriesgada sensopercepción buscada y debido a la deshidratación producida al estar horas y horas bailando sin parar, es necesario beber mucha agua, aunque ésta se cobre a precio de güiski.
Cuando una discoteca cierra lo normal es acudir a otra que acaba de abrir y así se pueden pasar todo el fin de semana. A esto es a lo que se ha dado en llamar «Ruta del Bakalao»: ir de un garito a otro tomando éxtasis y sin cesar de oir y bailar bakalao.
Esta moda, que arrasa en la zona de levante, Cataluña, Baleares y Madrid ya ha comenzado a exportarse al resto de provincias de España y amenaza con atontar a buena parte de la juventud.
Los peligros que encierra esta tendencia son claros: por una parte están los derivados del consumo compulsivo de este tipo de drogas, pudiendo generar graves consecuencias sobre el organismo las intoxicaciones agudas; por otro la fuerte dependencia psicológica que generan invitando al consumo repetido cada fin de semana; y por otro los problemas asociados al agotamiento físico como consecuencia del esfuerzo requerido al estar demasíadas horas bailando y el riesgo de sufrir accidentes de tráfico en el tránsito de una discoteca a otra.
La aureola que rodea estos comportamientos, sin embargo, es benévola: al dar una imagen de (falsa) modernidad por no tomar alcohol ni padecer síndromes de abstinencia como los descritos para la heroína se está configurando un contorno facilitador y permisivo. Todo el mundo ha oído hablar de la ruta del bakalao o del éxtasis, pero como los afectados cuando tienen problemas recurren a clínicas privadas ya que pueden pagarlo, no se les ve ni se les oye. Esta imagen provoca una falsa percepción social del fenómeno real. Esta paradoja, encierra sin embargo un grave problema de salud. Y lo más grave es que tendrán que pasar años para que la sociedad tome conciencia de la auténtica situación.
Algo parecido ocurrió con el crack en los Estados Unidos y con la heroína en Europa: hasta que no afectó de forma alarmante a un gran grupo de población no se empezaron a tomar las medidas asistenciales, legales y preventivas adecuadas.
La juventud, ávida de nuevas sensaciones y deseosa de encontrar placeres ocultos, ha encontrado en la combinación de bakalao y éxtasis la gran panacea para todos sus problemas. Se sustituyen las mañanas por las noches, la luz solar por los destellos de las bombillas de colores, la temida heroína por las inocentes pastillas,… pero en el fondo sigue el vacío de siempre. El paso del tiempo no se disfruta sino que se persigue en pro de no se sabe qué objetivos.
Reforma cultural
El éxtasis fue una droga inicialmente utilizada a finales de los 70 con fines terapéuticos por un grupo reducido de psicoterapeutas californianos, sin embargo su uso muy controvertido se desaconsejó rápidamente. Posteriormente, en los últimos años de la década de los 80 se ha reformulado su uso, sobre todo en el sentido cultural. Ya no se emplea como elemento visionario o facilitador de la psicoterapia sino que es el elemento clave de una nueva subcultura juvenil.
Esta reformulación que incluye su uso continuado en un corto espacio de tiempo junto a vigorosos bailes está provocando casos de toxicidad hepática y no está exento el riesgo de sobredosis. La temperatura corporal puede subir hasta 43 º C., el pulso se acelera y la presión sanguínea se desploma. Los ambientes con temperatura alta parecen que pueden intensificar estos efectos y la calor junto a la deficiente ventilación que suelen tener algunas discotecas o night clubs pueden ser suficentes para elevar la temperatura corporal hasta niveles mortales.
La cultura «rave» o del bakalao es defendida en el libro publicado por Nicholas Saunders y titulado «E de Extasis» a partir de las declaraciones de un pequeño grupo, bastante fanático, de psiquiatras de Suiza. Esta situación prueba que el nuevo uso que se le quiere dar a esta droga patentada en 1914 cuenta con más de un ferviente defensor y que culturamente las fiestas «raves»-ruta del bakalao están en plena expansión.
Fdo: Jesús A. Lacoste
(Director Instituto para el Estudio de las Adicciones)