Frecuentemente escucho a diversas personas, sobre todo cercanas a la tercera edad, expresar sus preocupaciones por lo que consideran un aumento alarmante, en adolescentes y jóvenes, del consumo de drogas y alcohol, y de la violencia y agresividad que los acompaña.

Igualmente he observado que al tratar de explicar las causas que provocan estos comportamientos nocivos y riesgosos, se suele poner el acento en factores vinculados con el medio externo, tales como determinados tipos de filmes o videos, cierta modalidad de música que incita al consumo y a la violencia, etcétera.

Si bien no deja de ser cierto que factores similares a los antes enumerados, relacionados con el medio socio-cultural, pueden desempeñar un papel mediador como elementos incitadores de la exploración o el ensayo de dichas acciones, no debemos olvidar que su influencia solo es posible cuando actúan sobre terreno propicio, es decir, cuando ya existe en los individuos cierta predisposición que favorece la implicación en esas conductas.

Así, la influencia nociva proveniente del exterior actúa sobre las personas ante estados de vulnerabilidad que se expresan por una baja fortaleza personal o una baja capacidad para autorregular el propio comportamiento, o sea: para el control emocional.

A pesar de que las evidencias demuestran lo contrario, se sigue creyendo que con brindar a los jóvenes y adolescentes determinados conocimientos sobre las consecuencias terribles que para su salud y su vida en general puede tener el consumo de drogas y alcohol, y de advertirles cómo deben conducirse, resulta suficiente para mantenerlos a buen recaudo y evitar que se comprometan con algún tipo de drogadicción.

Lo anterior no significa que no sea necesario cierto nivel de orientaciones y de advertencias, sino que estas resultan insuficientes pues en estos casos, “saber qué hacer es inútil si se carece de la fortaleza personal, emocional, para hacer lo que se sabe”.

Muchos de los individuos que terminan prisioneros de alguna conducta adictiva, tenían conocimiento de los peligros a los que se exponían, solo que para evitarlo no pudieron aplicar lo que sabían.

Puede ser recomendable que a la luz de lo anterior, todo el que tiene la responsabilidad de educar a un niño, un adolescente o a un joven, medite en cuanto a si los métodos educativos empleados, los valores y actitudes que intentamos promover en ellos, resultan efectivos y los capacitan para poder resistir y decidir adecuadamente ante los ya mencionados estímulos del ambiente que pueden llevarlos a enrolarse en las filas de los consumidores de sustancias psicoactivas.

En materia de consumo de drogas y alcohol, desarrollar en los individuos la capacidad de autocontrol emocional, ha de posibilitar: *Resistir a presiones sociales diversas de (sus iguales, videos, etcétera) que lo incitan al consumo.

*Evitar las decisiones impulsivas que motivadas en la búsqueda del placer inmediato o por comprobar determinadas expectativas o mitos, pueden llevarlo al consumo de alguna droga, sin tener en cuenta las consecuencias posibles.

*Utilizar drogas o alcohol como vía para enfrentar situaciones problemáticas o conflictivas, que provocan tensión y estrés, y no ensayar la puesta en práctica de otras alternativas más productivas y saludables.

Una disminución importante de los riesgos de que nuestros jóvenes y adolescentes se impliquen en el consumo de drogas y alcohol, podemos alcanzarla si atendemos con mayor precisión su vida emocional y logramos que se apropien de valores, actitudes y habilidades para el autocontrol, que les permitan la reflexión, la decisión correcta y la capacidad de actuar de la manera más conveniente. Protejámoslos de la droga, eduquemos sus emociones…

Firmado: Dionisio F. Zaldívar Pérez
Profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana

Fuente: Trabajadores.cu