El libro «Pregúntale a Alicia» y el cortometraje educativo «Curious Alice» pretendían alejar a los chavales de los 70 de las drogas, pero su forma de abordar el tema invitaba a lo contrario.

A principios de los 70, las drogas eran uno de los temas preferidos de los medios de comunicación estadounidenses. En plena resaca del verano del amor, el miedo y alarmismo sobre los estupefacientes hacía que las revistas, periódicos y libros que hablaban del tema se vendieran por miles.

A esos materiales en el ámbito adulto, se sumaban los programas de prevención del consumo de drogas diseñados por el gobierno de Estados Unidos para ser implementados en institutos y colegios. Unos materiales didácticos que, bien por ser excesivamente exagerados, bien por ser muy torpes en su planteamiento, en ocasiones provocaban efectos inesperados que iban desde la hilaridad a la apología del uso de estupefacientes. Ese es el caso de dos iniciativas antidroga diferentes que coincidían en que estaban protagonizados por dos Alicias: Pregúntale a Alicia (Go ask Alice) y Alicia la curiosa (Curious Alice).

Seguir leyendo>>