“Antes, estábamos acostumbrados a escuchar hablar sobre cuartos oscuros o saunas en las relaciones sexuales en grupo, pero ahora el desarrollo tecnológico ha permitido socializarlas; es decir, yo realizo en mi casa una reunión y basta una aplicación en la que hago una convocatoria para que varias personas vengan”, reconoce Jesús Troya, médico especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Infanta Leonor de Madrid. Troya se refiere al chemsex, un término que surge de la fusión de las palabras ‘chems’ (‘chemicals’, es decir, drogas) y ‘sex’ (sexo), y que indica el uso de drogas psicoactivas (mefedrona, GHB/GBL, metanfetamina) antes o durante las prácticas sexuales. Es una práctica que se da, principalmente, entre colectivos como hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (HSH).
Según los expertos, desde 2003 el uso de drogas en el ámbito sexual ha aumentado considerablemente. Pero es en 2016 cuando esta práctica se dispara debido al fácil acceso a las aplicaciones. Un informe del Ministerio de Sanidad elaborado en 2020 (‘Abordaje del fenómeno del chemsex’, de la Secretaría del Plan Nacional sobre el Sida) incide en la vinculación entre el aumento del chemsex y el uso de las aplicaciones de contactos HSH basadas en tecnologías de geolocalización: “Estas tecnologías facilitan enormemente la búsqueda de nuevas parejas sexuales a cualquier hora del día durante toda la semana (…). Las evidencias muestran que hay usuarios que utilizan aplicaciones para buscar parejas sexuales con las que compartir sesiones o para comprar, vender o compartir sustancias”, se recoge en el documento.
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