La solución para prevenir y evitar el botellón entre los jóvenes pasa por «una gigantesca labor de concienciación social» y por una «educación en los valores», según defendió hoy, en declaraciones a Efe, el juez de menores Emilio Calatayud.
El magistrado granadino consideró que el consumo «desmesurado» de alcohol durante los fines de semana se ha convertido en «fundamental para la vida recreativa de los jóvenes de entre 14 y 18 años», ya que los precios de las bebidas en los locales de ocio se han incrementado y los chicos prefieren «salir a la calle, donde es más barato y encuentran un lugar propio para comunicarse».
En este sentido, indicó que la falta de educación en las familias y en los colegios ha provocado una «pérdida de los valores mínimos de la sociedad», motivo por el cual cada vez hay más vandalismo juvenil.
«Para erradicar los problemas que genera el botellón en la sociedad, es necesario educar y no tener miedo en poner límites y normas a los jóvenes desde pequeños, tanto desde las familias como desde los colegios», propuso Calatayud, quien recordó que el alcohol «no deja de ser una droga que deja graves secuelas en la salud de las personas».
El juez de menores participará mañana a las 19.30 horas en el debate «El botellón: un iceberg ciudadano que no podemos esquivar», que está organizado por el Instituto de Estudios de la Familia de Granada y en el que varios expertos tratarán desde diferentes puntos de vista el consumo de alcohol en la cultura juvenil.
Los jóvenes españoles han consolidado en los últimos años el consumo de alcohol bajo el patrón denominado «nórdico», que consiste en la ingestión de grandes dosis en los fines de semana, sobre la bebida moderada a lo largo de la semana, tradicionalmente más propia de la cultura «mediterránea».
Por su parte, la directora de comunicación del Instituto de Estudios de la Familia, Susana Moreu, explicó hoy, durante la presentación del debate organizado para mañana, que los jóvenes que participan en estas concentraciones son «personas acomodadas, de clase media, cuyo único problema es que no les ha faltado de nada».
Moreu indicó que España ocupa el séptimo puesto mundial en consumo de alcohol y que se trata de un país «excesivamente tolerante» en este asunto, a pesar de que se ha convertido en el primer problema de salud pública.
«Es increíble ver cómo Granada sólo sale en los medios de comunicación americanos por la llamada cultura del botellón», lamentó Moreu, quien afirmó que este fenómeno es «como un cáncer que si no se destruye a tiempo, crece y mata todas las células del cuerpo».
Apuntó que la Ley Antibotellón prevé la mejora de los ámbitos de prevención entre los jóvenes, disminuir los puntos de venta, aumentar la percepción social de riesgo por el consumo, así como impulsar la disminución que ocasionan los daños derivados por la ingestión.
Ante esta situación, la representante de la comunidad de vecinos de la zona Centro de Granada, Amparo Fernández-Crehuet, señaló que «hay que podar el problema de raíz, atacando directamente el consumo excesivo de alcohol», y, en esta misma línea, consideró que la opción de «barrer policialmente la calle para que no se beba» sólo serviría para que «el botellón emigre o se refugie en catacumbas».
Fernández-Crehuet recordó que esta forma de ocio provoca «un alboroto que causa problemas a los vecinos», y lamentó que el fenómeno del botellón «no ha disminuido en las calles de la ciudad, pese a la propuesta del Ayuntamiento de trasladarlo a la Huerta del Rasillo».