Un bajo nivel de beta-endorfinas, que puede tener origen genético, predispone al individuo a padecer alcoholismo, aunque también intervienen factores sociales, familiares y ambientales, según han determinado investigadores de la Universidad de Granada.El estudio señala que el cerebro de las personas con un bajo nivel de beta-endorfinas se acostumbra a la presencia de los excedentes cuando detiene su producción, por lo que comienza a depender cada vez más del alcohol como fuente externa.
La beta-endorfina es una morfina producida por el organismo a nivel cerebral en respuesta a varias situaciones, entre las que se encuentra el dolor, por lo que se considera que son analgésicos endógenos al inhibir la transmisión del dolor.
Según expuso el catedrático de Medicina de la UGR y responsable del grupo de investigación, José Rico, los alcohólicos crónicos presentan bajos niveles de beta-endorfinas, que sustituyen con la ingesta de alcohol.

Tras estudiar a 200 familias en las que al menos uno de los padres es alcohólico crónico, se ha determinado además que sus hijos también tenían los niveles de estas endorfinas por debajo de lo normal.

De esta forma, apuntó Rico, las beta-endorfinas son «un marcador biológico útil» para identificar a los individuos que se encuentran en alto riesgo genético de desarrollar alcoholismo, lo que favorece la prevención.