Las adicciones, sus causas y sobre todo sus consecuencias son problemáticas de larga data. Desde distintos sectores se realizan esfuerzos para prevenir el consumo y ayudar en la recuperación a quienes quieren liberarse, pero no alcanzan.
Una enorme multiplicidad de factores lleva a las personas a consumir sustancias que les generan, además de la adicción, enormes trastornos físicos y psíquicos. En tanto, la rehabilitación es un proceso muy largo, duro y caro -sea para el Estado o para las familias-.
En un contexto en el que desde el gobierno se señala a «la droga» como uno de los factores responsables de la multiplicación de hechos de violencia, desde las organizaciones civiles recogen el guante y piden, encarecidamente, políticas públicas, consistentes, a largo plazo, que fomenten un trabajo en red, sinérgico, que permita multiplicar los resultados de los esfuerzos individuales que se realizan en la actualidad. Pero no sólo piden, se manifiestan dispuestos a aportar sus experiencias y formar parte, también, de la solución.
Es que quienes trabajan permanentemente con estos temas están advirtiendo que Mar del Plata está «a la puerta de una situación que va a ser inmanejable», de la mano de la proliferación de drogas «de diseño» y de «pésima calidad» que destruyen a quienes las consumen «en pocos meses».
«Las adicciones, sus causas y su impacto no pueden desligarse de la situación por la que atraviesa el país y representan una problemática que no obedece a una clase social en particular. Se trata de un producto cultural concebido desde la carencia, desde la ausencia. El empobrecimiento en la calidad de los vínculos, la retracción en la participación en espacios comunes y la satisfacción inmediata del impulso son la marca de estos tiempos». Tal la lectura que hacen desde Jóvenes Solidarios, una de las entidades que no sólo pide, sino que está dispuesta a aportar su grano de arena.
En este escenario, Fabián Messina, presidente de «Posada del Inti», un centro de prevención y asistencia integral en dependencias, se manifestó convencido de que un trabajo en red es la única forma de llegar a una «mirada positiva que puede llevar a transformar» la realidad.
«Por más leyes que se cambien, si no hay políticas que unifiquen los criterios, que den un norte, no hay solución posible, sólo acciones individuales desperdigadas» aseguró. Reconoce que la tarea es difícil. La problemática, «por un lado es la radiografía de una sociedad» y por otro, en esa sociedad «se ha generado una resistencia, ya nadie se sorprende viendo a un chico consumir en la calle», aseguró.
Messina, fundador de la Posada, considera fundamental «generar un pensamiento diferente frente a la sustancia».
Una cruda realidad
Según Messina, la realidad está demostrando que el 70% de los pacientes, cuando llega a pedir ayuda tiene ya grandes trastornos de personalidad producto del consumo y del tipo de consumo que se está sosteniendo. Muchos de ellos, además, son «muy jovenes» indicó.
Según la licenciada Silvia Saenz, «muchas veces el consumo es el resultado de un trastorno de personalidad o de una situación social», por eso en Posada del Inti se enfocan en el tratamiento de la persona, su familia y también de la sociedad.
«La adicción no llega a ser un síntoma cuando llega un paciente, hay que tratar de transformarlo en un síntoma. En realidad, tratar la adicción desde lo que nosotros planteamos es pensarla como una cuestión de patología del acto. Estamos hablando de las mismas estructuras de personalidad, neurosis, psicosis, perversión, pero dentro de estos distintos tipos de personalidad hay trastornos que tienen que ver con la actuación, por eso la atención no abarca solamente el consumo, sino también cuestiones como enfermedades, HIV, pacientes violentos, con bajo nivel de autoestima y muchas otras cosas que vienen asociadas».
Por eso la importancia del abordaje «social». Y también porque a pesar del variado universo socioeconómico de pacientes y familias que llegan por atención, «aparecen similares cuestiones en todos» definió Messina. Al respecto señaló que «los escenarios por ahí son distintos, las maneras de manifestarse también, pero los ejes son los mismos: familia disgregada por la falta de educación o de salud, por ser hijos de adictos o tercera generación de familia de adictos, pacientes que consumen sustancias de las llamadas «de diseño», que terminan siendo un combo de anfetaminas y químicos que terminan destruyendo física y psíquicamente al chico de clase media alta y el tolueno y el paco, que hacen lo mismo en chicos de clase baja».
«Tenemos que empezar a posicionar una política de Estado, articular la mirada que vamos a tener frente a un fenómeno que no nos queremos dar cuenta y que está» insistió el presidente de la entidad, que es miembro de la Federación de Organizaciones No Gubernamentales de la Argentina para la Prevención y el Tratamiento del Abuso de Drogas (FONGA).
«Muchas organizaciones de la sociedad civil hemos entendido el sentido coyuntural del término incluir, y nos preguntamos por qué generaciones enteras quieren evadirse de la realidad, por qué la sustancia no es lo que realmente se desea, sino la sensación que se experimenta a través de ella» entendieron desde Jóvenes Solidarios. «Partiendo de esta diferencia, las organizaciones hemos generado los vínculos necesarios para poder diseñar programas acordes a la necesidad e inquietudes que se plantean en la actualidad. En este sentido el Estado tendrá el desafío de incluir la perspectiva y estrategias de las organizaciones al diseño de políticas activas que no redunden en la lucha contra el «flagelo» sino plantear el debate de fondo que la problemática presenta acerca de las causas que la generan y sus proyecciones. Las políticas tendrán que plantear ese proceso del que hablamos, contemplar todas las aristas y poner en foco los caminos para apuntar a las causales y no a las consecuencias» agregaron.
¿Genocidio?
La urgencia de las medidas está dada por el acelerado ritmo de llegada y consumo de nuevas drogas que se está dando en la ciudad. «El paco está apareciendo cada vez más. Hoy es esporádico, porque no se han instalado «quioscos» de venta, pero cuánto pueden tardar en aparecer» se preguntó Messina.
Y advirtió que «hoy podemos proyectar, tener posibilidad de respuesta a personas por alcoholismo, etc. Pero el paco, no da tiempo por el deterioro que genera en muy corto tiempo. Cuando recibamos un paciente con 3 ó 4 meses de consumo de paco, nos vamos a encontrar con un paciente destruido».
«Es una especie de genocidio» definió sobre lo que está generando en el país el consumo de esta droga, denominada también «pasta base».
«Creo que hay una segunda y tercera generación de chicos que no están pensando, estamos en el medio de un genocidio y no podemos identificar quién es el responsable», alertó.
Si bien la oferta es un factor que tiene gran grado de responsabilidad, desde la entidad consideran que más que atacar esa oferta «hay que trabajar para que no haya demanda». Si bien Messina reconoció que «puede parecer una utopía», también parafraseo a un profesor italiano que sostiene que aunque se destruyan todos los cultivos de droga del mundo, las personas siempre van a encontrar algo con qué drogarse en «la búsqueda de tratar de aturdirse, de no pensar, de no sentir».
Desde un punto de vista psicológico, «el sujeto cuando nace va armando su aparato psíquico a partir de mecanismos de defensa. Parece que hoy no están funcionando o no le sirven y empiezan a aparecer estas actuaciones que tienen que ver con el afuera y las que tienen que ver con actuaciones sobre el propio cuerpo, por eso la dificultad está en el sujeto y cómo se para frente a la realidad, no en el objeto» definió la licenciada Saenz.
Lo cierto es que se trata de una problemática que está a la vista de todos y a la que ya no se le puede seguir dando vuelta la cara.