“Cada vez hay más consultas de familias funcionales, es decir con buena comunicación, roles definidos y con la situación laboral resuelta, que están teniendo problemas de consumo en sus hijos adolescentes sin que haya una situación de adicción instalada, pero sí con conductas de alto riesgo como manejar alcoholizado o incluso con chicos que han tenido un coma alcohólico”. La afirmación es de Andrea Agrelo, psicóloga de Cable a Tierra, un centro de prevención y tratamiento de adicciones que nació en 1995 y que hace unos meses abrió una segunda sede, exclusiva para tratamientos ambulatorios.
Según explicó la terapeuta, “hay un fuerte componente de factores de riesgo a nivel familiar y social que están determinando conductas de consumo, como por ejemplo la presión de los pares. Los chicos no necesitan estar dentro de una familia problemática o patológica para tener algún tipo de problema de consumo. Pero hay que reconocer que las familias funcionales tiene un sistema de alerta que los hace consultar pronto, y por eso el éxito es mucho mayor”.
De las 100 consultas que Cable a Tierra recibió en los últimos dos meses, 20% fueron de padres preocupados por las conductas de riesgo de sus hijos.
Más allá de esta tendencia, Agrelo reconoció que la demanda de intervenciones sin internación está creciendo. “No se limita sólo a conductas de riesgo relacionadas con sustancias. Hay un grupo importante que consulta por conductas adictivas, especialmente por juegos de azar. Y después tenemos cuadros de policonsumo, esto es consumir al mismo tiempo marihuana, cocaína y alcohol”.
Los pacientes que necesitan internación son derivados a la sede de Carrodilla, en Luján (San Martín 6.919), mientras que los tratamientos ambulatorios se realizan en la sede de la Sexta Sección de Ciudad (Cayetano Silva 2690, casi Aguado), donde también funciona el programa de reinserción social y la casa de transición.
Actualmente, en la sede de Carrodilla hay once pacientes internados (su capacidad es de doce). El método con el cual trabajan establece que las internaciones no duren más de seis u ocho meses, con lo cual la población es muy dinámica.
Una vez finalizada la internación, los pacientes son derivados al centro ambulatorio de Ciudad para continuar con el tratamiento. Así, hay 60 personas en recuperación.
Ya en la sede de Ciudad siguen con el tratamiento multidisciplinar y entran al programa de reinserción laboral. Así se relacionan con empresas privadas para lograr pasantías laborales o becas de estudio. “Es necesario que la sociedad se dé cuenta de su rol en la recuperación de los pacientes. Y una buena manera es ofrecer empleo a pacientes recuperados”, aconsejó la psicóloga.
En la sede también funciona una casa de transición porque, según explicó Agrelo, “muchas veces los chicos no pueden volver a su entorno porque el nivel de riesgo es altísimo. En la casa, coordinada por un operador psicosocial, el chico puede ser contenido hasta que pueda generarse su propia fuente de trabajo y, en función de eso, seguir vinculado a su familia pero desde otro espacio”.
Para todas las edades
Las edades de los pacientes que buscan recuperarse de adicciones son muy variadas, yendo desde los 16 hasta los 70 años.
En los más jóvenes –sobre todo en el rango entre 20 y 24 años– las consultas son por policonsumo, mientras que los adultos acceden al tratamiento mayormente por alcoholismo o por adicción a juegos de azar.