Los jóvenes que bailan frenéticos en los boliches de moda no están motivados sólo por la música o el alcohol: hoy, las llamadas drogas de diseño coparon las pistas, y son pocos los que se resisten. Según los datos que arrojó la última encuesta de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR), el 0,5% de la población argentina, lo que equivale a unas 81 mil personas de entre 12 y 65 años, probó éxtasis durante 2006, año anterior al sondeo.

Otro resultado alarmante afirma que el 24,6% de los consumidores se droga mensualmente, mientras que el 4,9% lo hace todas las semanas. Según los especialistas, estas cifras hoy se han incrementado y continúan en alza.

Actualmente, los jóvenes que asisten a boliches y fiestas electrónicas están muy acostumbrados a drogas de diseño, y es difícil que sólo una los afecte. Por eso, ingieren hasta cinco por noche.

Los estupefacientes más usados son las pastillas de éxtasis, los cristales de metanfetamina, el llamado «éxtasis líquido» (que no es más que GHB, que nada tiene que ver con esta pastilla), LSD, cocaína y ketamina. Son todos inoloros, y requieren que el consumidor cuente siempre con chupetines, caramelos o chicles para controlar la contracción de las mandíbulas y el rechinar de dientes.

Las drogas de diseño son sintetizadas en laboratorios clandestinos. Llegaron a la Argentina a fines de los 90, de la mano de las fiestas electrónicas, las raves y discos de moda. Las recetas para elaborarlas pueden encontrarse en internet y libros de farmacología, mientras que los materiales se venden en comercios de la industria cosmética, alimentaria y química.

Desde la tragedia de Cromañón, los boliches cuentan con médicos y ambulancias a disposición en el lugar. Según datos oficiales, cada noche se presentan entre 10 y 15 casos de emergencia, muchos de los cuales son derivados a las guardias de los hospitales.

Los mayores consumidores en la actualidad son los jóvenes de clase media y alta, que tienen trabajo o familias con dinero que les permiten comprar, cada fin de semana, una entrada a un boliche que alcanza un valor cercano a $150, sin tener en cuenta los gastos adicionales.

Si bien los especialistas afirman que los usuarios de drogas de diseño pueden manejar el consumo y dejarlas sin sufrir síndrome de abstinencia, advierten que un 10% de estos jóvenes es genéticamente más propensos a convertirse en adicto, informó el diario Crítica.