El consumo de cannabis está experimentando un incremento llamativo en la sociedad actual, sobre todo en población juvenil, provocando efectos sociales y sanitarios adversos. Los datos sugieren que el consumo de drogas recreacionales constituye un importante problema de salud. Los programas de prevención y concienciación actuales no han logrado ser eficaces en la disminución de la incidencia en el consumo de cannabis.
La relación entre el consumo y los efectos psicosociales es controvertida, puede activar determinadas vías neurofisiológicas que influyen en la aparición de trastornos y conductas psicológicas, por otra parte, las manifestaciones conductuales pueden ser atribuidas al mundo de la subcultura marginal que envuelve el consumo de drogas y el tráfico ilegal de las mismas.
Relación con la esquizofrenia
Según las estadísticas la incidencia del consumo de cannabis en la actualidad puede ser en algunos países de hasta del 50%. Los estudios realizados demuestran que las personas que lo consumen de manera habitual tienen un riesgo superior para sufrir esquizofrenia que el resto de la población no expuesta a estas substancias. Un estudio sueco confirma estos datos tras evaluar la incidencia de esquizofrenia en más de 50.000 personas que consumen cannabis, además el riesgo aumenta de forma proporcional a la cantidad de droga consumida.
Otro trabajo publicado recientemente ha establecido la relación entre el consumo y el desarrollo de psicosis el riesgo de sufrir este trastorno psiquiátrico es 4 veces superior; además, las personas que padecen psicosis y comienzan a consumirlo experimentan un notable empeoramiento sintomático.
La explicación biológica para esta asociación se ha descubierto en estudios experimentales realizados en animales, por un lado, el cannabis estimula el sistema dopaminérgico, lo que puede provocar síntomas psicóticos en esquizofrénicos y una interacción con los genes encargados de controlar los sistemas de transmisión. El principal objetivo de la política sanitaria actual es instaurar programas de educación dirigidos, sobre todo, a la población joven para trasmitir los potenciales efectos adversos del consumo de cannabis y el riesgo de desarrollo de esquizofrenia de 1 por cada 1.000 consumidores. Este riesgo está incrementado en personas con antecedentes personales o familiares de trastornos psicóticos y aquellas que han vivido experiencias traumáticas.