La bebida amazónica promueve una desidentificación que te permite identificarte con todo lo demás, entendiendo que tú, el otro y la naturaleza son parte de lo mismo.
“La ayahuasca es una mezcla de dos plantas con agua regalo de la naturaleza, un secreto guardado durante mucho tiempo por personas muy especiales que nos permite entrar en contacto con niveles de realidad más sutiles”. La descripción es del psiconauta carioca Bruno Rubet, estudiante de psicología y ayahuasquero desde hace quince años, ocho de ellos fardado en la Iglesia del Santo Daime después de pasar por otros cultos que también utilizan el cipó dos espíritos o la planta professora.