Se ciernen interrogantes sobre las razones por las que en uno u otro momento histórico, las sociedades latinoamericanas se han sumido en el caos, ingobernabilidad, debilitamiento de la cohesión y/o representación social, en suma el carácter e interés de la Nación. Ecuador y Bolivia, dos ejemplos últimos en torno a los cuales se reaniman discusiones concernientes a los objetivos históricos y destino de las naciones y pueblos subdesarrollados.

El dominio especulativo de las economías nacionales tercermundista, causa fundamental de la ausencia de desarrollo productivo, la depredación de los recursos naturales, el endeudamiento externo concebido como hipoteca que condena de por vida a las sociedades, la desorganización y hasta la destrucción del Estado, el vacío de estrategia nacional copado por intereses ajenos y perjudiciales al progreso interno, empuja a la población a la pobreza extrema, marginalidad y atraso.

Esto conduce a reafirmar lo expresado por la Agencia Norteamericana de Cooperación USAID, bajo la categoría de Estados Fallidos (failing state) con la cual designa a estas naciones.

Con el fin de siglo adviene una revolución tecnológica que pondrá en tela de juicio los principios y concepciones relativas a la geopolítica y a la geoestrategia, pronosticando que tras un proceso dramático, irrumpe el fin de los Estados Nacionales. Predicción que arroja indicios alarmantes en los países de menor desarrollo productivo y tecnológico.

Las potencias que participan ventajosamente en el reordenamiento planetario, fomentan diversidad de tácticas para el control de los recursos naturales sean energéticos, hídricos, biogenéticos u otros y someten a las naciones debilitadas, vulnerables por el crónico endeudamiento, carentes de desarrollo económico y estratégico, mediante la utilización de formas más violentas para alcanzar la hegemonía en el Nuevo Orden Mundial (NOM).

La subregión Andina en forma particular, el resto de Latinoamérica y el Planeta entero en general, se encuentran atravesados por la imposición de tres ejes de la política internacional norteamericana: Antiterrorismo, antidrogas y anticorrupción, desplazan su dominio de los campos político, militar y policial al escenario privilegiado de la ideología con el indiscutible apoyo de las mass media, invadiendo de sombras que nublan la interpretación y acción objetiva con relación a la violencia terrorista, la problemática de las drogas, la ética y moral acordes al acontecer de la nueva realidad mundial.

En la actualidad, se estima que hay un excesivo protagonismo de las drogas, manifiesto como conflictividad social, y casi toda conflictividad social es como una válvula de escape que anuncia y soporta cambios. Doble cariz que refiere, por un lado, incentivos atribuibles a intereses soterrados, económicos y políticos, y por otro, en relación con los usuarios, a las contingencias propias de una crítica a la cultura moderna. Protagonismo que le ha otorgado la condición de encabezar la agenda de seguridad internacional y, de ser parte de la estrategia de ordenamiento y control de la economía mundial.

La Estrategia Hemisférica Antidrogas enunciada por la Organización de Estados Americanos (OEA), publicada en 1996, marca el inicio de un importante y legítimo esfuerzo por responder a un problema de preocupación Regional y mundial.

Sin embargo, en el presente, la Estrategia Antidrogas en el Hemisferio evidencia el límite de algunos de los países que lo conforman, entre ellos el Ecuador, subordinados a intereses que frustran la opción de independencia y desarrollo nacional.

La instalación de los Centros Operativos de Avanzada en América Latina y el Caribe, forward operating locations FOL, en Ecuador en junio del año 2000, en el marco de la cooperación para el control de drogas y encaminada por representantes militares de ambos países, se asentó en la base aérea de Manta mediante anexo al Convenio bilateral Ecuador- Estados Unidos suscrito el 12 de noviembre de 1999 y en torno a la Ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de Drogas (Atpdea). Ha contando con la reiterada abyección de los gobiernos a la soberanía ecuatoriana, denotando por otra parte, el espíritu guerrero en el contexto de una política bicéfala de seguridad norteamericana, el antiterrorismo y la migración, adicionalmente en torno al control de los recursos energéticos.

Organismos norteamericanos reconocidos como la Oficina General de la Contraloría (General Accouting Office, Gao en inglés), cuestiona la eficacia obtenida para el control de drogas en la zona. Esta alternativa militar ha empeorado la situación produciendo mayor diversificación y multiplicación de los patrones de producción y tráfico de drogas.

La pérdida de soberanía monetaria en el Ecuador precedió, al igual que en otros países de similar importancia geoestratégica, al rendimiento a la táctica militar norteamericana, condenando inclusive a las Fuerzas Armadas, a asumirla como estrategia propia.

La instalación de la Base de Manta, lugar privilegiado para el espionaje electrónico que realiza Estados Unidos, signa al Ecuador y a los pueblos de este hemisferio a aceptar tácita o explícitamente una estrategia de “seguridad continental” ajena a los intereses de coexistencia pacífica y mínima posibilidad de desarrollo.

Con el triunfo del gobierno presidido por el Coronel Lucio Gutierrez se ha concretado la agenda para conectar aceleradamente al país en la estrategia regional del Plan Colombia.

La seguridad continental en salvaguarda de la “estabilidad” deberá reforzar el territorio fronterizo del sur de Colombia y norte de Ecuador. Cuenta con siete ejes de acción denominado: Matriz de asistencia para el Ecuador.

El carácter militar del Plan Colombia, fruto del acuerdo bilateral entre el gobierno colombiano y la administración norteamericana es conducido bajo la perspectiva de converger en un proceso de regionalización del conflicto.

Las provincias fronterizas de Esmeraldas, Carchi, Sucumbíos, Napo Imbabura y Orellana, han recibido una población colombiana en calidad de refugiados o desplazados como efecto del desastre ecológico de las fumigaciones, inseguridad y violencia a las que se encuentran sometidos.

Las actividades de la población ecuatoriana en actividades relativas a la recolección de la hoja de coca en el lado colombiano, empuja a un sector de la comunidad social vulnerable y en riesgo de ser captado por cualquiera de las fuerzas en armas.

No puede olvidarse la advertencia realizada por el Observatorio Internacional por la Paz, el 27 de mayo de 2003 quien prevenía sobre la inserción del Ecuador en el conflicto interno de Colombia como parte de la estrategia continental de seguridad regional.

Hay un registro importante relativo al argumento del Parlamento Europeo en el que se ratifica el espíritu que inspira su programa de apoyo socio económico, de respeto a los derechos humanos, del derecho humanitario y las libertades fundamentales tendientes a mejorar las condiciones de vida de los pueblos de la Región. Su política es la de fomento de cultivos de sustitución que protejan la biodiversidad, basándose en la experiencia, se reitera que al abordar con soluciones parciales un solo país, sólo se desplazará el problema hacia las fronteras de países vecinos.

Cómo puede sorprender que el abandono a la resolución de los problemas de Ecuador condujera a la inestabilidad interna, paradoja de la “estabilidad” continental. La capital de la República, a finales del mes de abril de 2005, protagonizó con la participación de muchos sectores, esencialmente de capas medias y jóvenes una protesta ciudadana. Protesta que mereció el calificativo irónico de la marcha de los “forajidos”.

Presencia que podría ser observada desde dos ángulos, por un lado, valiosa, ya que acopia experiencia al obtener grandes propósitos tras el espontáneo reclamo social, acompañando condiciones propicias para el discernimiento y denuncia ante la ausencia de canales de expresión, y por otro lado, limitada, al no ser capaz de identificar las razones por las que expulsó al gobernante manifiesta en la consigna:”fuera todos” que jamás llegaría a plasmarse.

La búsqueda de camino implica acuerdos sobre lo que erradicamos, conservamos e incentivamos en nuestro territorio, exige la cualidad en pos de otra alternativa. Las manifestaciones redujeron las demandas a la moral de regulación del stablishment, poderoso impedimento para aprender de la lucha como escuela para el fomento de objetivos, tales como la libertad, la soberanía, la Paz, el derecho a la vida.

Estas convulsiones sociales consecuencia de la desinstitucionalización, destrucción de las instancias jurídicas, políticas, administrativas y sociales, han desembocando en un nuevo golpe de Estado, corolario de readecuaciones necesarias (para el poder envejecido) remendando la desgastada representación de intereses enfrentados, infortunadamente sólo interbancarios.

La derrota o victoria del pueblo ecuatoriano tras el acontecimiento repetido de golpes de Estado, merece más de una cavilación. La capacidad para organizar las prioridades del país en torno a la soberanía, incluida la monetaria, el desarrollo de la economía, organización política, destacando entre todo, la identificación de los aliados necesarios para devolver la existencia a su agónica sociedad.

Esperanzados ponemos los ojos en una voluntad emergente y defensiva, condensada en el enunciado estratégico: la Comunidad Sudamericana de Naciones.