Los sonidos de la naturaleza se escuchaban con más fuerza… Sus ojos estaban desorbitados, pero las imágenes se veían cada vez más claras y aunque estaba mareado, Óscar, de 20 años, nunca olvidará esa primera vez que un amigo le obsequió un ‘pipazo’ de marihuana, a los 13 años.
Esa sensación de relajamiento trastocó los sentidos de este joven guayaquileño y desde entonces el consumo de drogas, en discotecas, calles, las casas de sus amigos, playas, bares… no paró.
A los 17 empezó a consumir base de cocaína y a la que denomina ‘caramelo del diablo’.
Desde 0,50 centavos hasta más de 1 000 dólares gastó en la compra de drogas a los “pushers o brujos”.
“Sentía que no necesitaba ayuda, pero mi cuerpo estaba totalmente dominado. Empeñé televisores, robé licuadoras, hornos, ropa por droga… Hasta entregué el pastor alemán de mi mamá por dos piedras de base y 10 gramos de coca”, recuerda.
En tres o cuatro veces que trabajó, su salario se materializó en cada vez mayores cantidades de droga. Tras siete años de consumo y dos semanas de rehabilitación en la Fundación Nuestros Jóvenes de Quito,
Óscar reconoce que la droga le gusta, pero la dejará por el daño que le produce.
Felipe, ahora de 26 años, en cambio comenzó con un cigarrillo y un vaso de alcohol, a los 12 años. Pero enfatiza que su primer vicio no fueron las drogas, sino los videojuegos. Podía pasar dos días sin dormir y comer, con tal de jugar…
Una vez que se dio cuenta de que los juegos no llenaban sus expectativas y tampoco curaban su baja autoestima, buscó a sus amigos, a quienes los consideraba “adictos”.
“La primera vez que fumé marihuana fue gratis, casi siempre comienzas acompañado y no te cuesta”. En aquella ocasión, Felipe pensó: “Esto me encanta y no voy a poder salir”. De ahí que su lista de drogas es interminable: base, coca, heroína, alucinógenos (ácidos y hongos), en las fiestas ‘rave’ conseguía anfetaminas, entre ellas el éxtasis, a 10 dólares cada pastilla.
“Todo depende de cuánto tiempo estés en la farándula para que consigas cualquier tipo de droga”. Así que con esta premisa, “no había fondo que me pare”.
Recién hace dos años logró graduarse del colegio y son incontables las veces que ha convulsionado por sobredosis. En el sector de La Mariscal, al que llamaba su “segundo hogar”, le detuvo la Policía, pero nunca le encontraron evidencias de la droga.
Se tragó una funda con 10 gramos de coca y tras el susto la vomitó e inhaló todo. “Me volví ingobernable. Toda mi vida estuve con psicólogos por conducta y problemas sexuales, pero no me pudieron ayudar”.
Luego de un intento de suicidio con gas doméstico y aceptar la derrota que le generó el consumo de drogas, Felipe explica que un adicto es como un niño caprichoso, irresponsable, inconsciente, en el cuerpo de un adulto.
Pablo, de 22 años, sabía que la droga podía llevarle a esta misma conclusión, pero a los 15 años, cuando le ofrecieron marihuana por primera vez quería hacerse el grande y probar lo que le dieran. Tan pronto terminó de fumar un “bate”, estaba mareado. Pese a que no le gustó esa sensación, se dijo así mismo: “Todo el mundo lo hace, así que me voy a pegar esto hasta que le agarre el gusto”.
Ese no fue el caso de su amigo Juan (seudónimo), quien fuma marihuana solo para estudiar Medicina. Según dice, la marihuana no es adictiva, solo relaja y te hace más analítico. Pero Felipe está consciente de una cosa: la marihuana tiene 400 químicos de los cuales 150 son cancerígenos y adictivos.
Para Santiago, de 24 años, en cambio, esta droga era la vía de escape para sus decepciones sentimentales.
En cinco años de vicio y de ocultarle la verdad a toda su familia, cuenta que ha gastado en drogas 14 600 dólares. “Siempre me vestía bien y me iba a hoteles para consumir solo base de cocaína…”.
Una generación en alto riesgo
Según un estudio realizado en 42 colegios particulares y fiscales de Quito, por el Consejo Nacional de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep), las edades promedio de consumo de solventes y drogas ilegales está entre los 13 y 15 años.
El 61,9 por ciento de los estudiantes que consumieron o consumen drogas lo han hecho con un solo producto.
Pero mientras mayor es el número de drogas consumidas, el riesgo de una relación regular o compulsiva con el producto aumenta.
Los mayores niveles de consumo se encuentran en alumnos con familias divididas, más número de amigos consumidores tienen la facilidad para conseguir las drogas, la curiosidad y el deseo de experimentar con ellas.
Más jóvenes cuencanos buscan ayuda terapéutica
La idea de que consumir algún tipo de droga los hace más varoniles es el comienzo de los problemas de adicción en la mayoría de jóvenes.
Así se inician en este vicio, dice Esteban Ullauri, director de la Comunidad Terapéutica del Austro. Este criterio lo comparte Mario, un joven estudiante de un colegio de Cuenca que a sus 17 años ya ha probado la marihuana y base de cocaína. “La primera vez lo hice por curiosidad. Los amigos hablan tanto de sus efectos que te incitan a probar”.
Él no se considera un adicto. Pese a que una vez por semana consume algún tipo de droga y en ocasiones acompañado de alcohol. “Es cuestión de decisión. Cuando quiero lo dejo”.
En la capital azuaya existen ocho centros para atención a adictos. Aunque no hay cifras exactas, se cree que dos de cada 10 jóvenes consumen algún tipo de droga. Solo la Comunidad Terapéutica atiende un promedio de 30 nuevos pacientes al mes.
Por lo general, las personas que llegan a la recuperación son de 20 a 30 años e ingresan por ayuda. “Esto significa que empezaron a consumir algún tipo de droga a los 14 años”, dice Ullauri.
La adicción a las drogas es una enfermedad que destruye rápidamente a la persona. A quienes consumen marihuana les toma 10 años aniquilarse.
La base de cocaína tiene un poder más rápido de destrucción: cinco años en los adultos y dos en los adolescentes.
El tratamiento para las personas drogadictas con terapias vivenciales y medicamentos es complejo.
El problema
Caracaterísticas de un adicto Evade la realidad que le rodea, delega culpas, se proyecta en cosas que no son, racionaliza y analiza demasiado, minimiza los problemas, futuriza, posterga las cosas. No se responsabiliza por sus tareas.
Las salidas Según los psicólogos, el primer paso para salir de las drogas es aceptar que está enfermo y necesita ayuda. La fortaleza de estos pacientes crece a medida que comparten lo que les pasa.