La medición de el craving en pacientes alcohólicos en tratamiento permite determinar el estado de la enfermedad y pronosticar futuras recaídas, según se puso de manifiesto en el congreso de Socidrogalcohol celebrado en Valladolid.

Craving es una palabra de origen inglés que significa «deseo imperioso» y que, según Josep Guardia, del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona, y Enriqueta Ochoa, del Hospital Ramón y Cajal y la Universidad de Alcalá de Madrid, podría traducirse como ansia o necesidad imperiosa de una sustancia; una necesidad que se da en todo tipo de conductas adictivas, no sólo exclusivamente en la adicción a las drogas, sino también en ludópatas y otro tipo de adictos.

El craving está íntimamente relacionado con el estado motivacional del paciente, es decir, qué motivos le encaminan hacia la acción, en este caso el consumo de alcohol, entendido como algo que arrastra y difícil de resistir.

El intento de evaluar el craving responde a la necesidad de encontrar un método que permita objetivar el grado de dependencia. Al igual que en una enfermedad infecciosa existe un instrumento para medir y cuantificar la fiebre, la medición y cuantificación del craving permitirá evaluar la gravedad del paciente alcohólico, la posibilidad de recaída o, por el contrario, si está en fase de rehabilitación completa. «Si el craving es intenso, el paciente está mal, a punto de recaer; pero si disminuye, el paciente mejora». Para ello hay que medirlo a lo largo del tiempo para conocer la evolución exacta del paciente alcohólico.

Para medirlo, se hace a través de una prueba que consta de 12 preguntas que está actualmente en fase de validación. El estudio se ha realizado durante cinco años en diversos hospitales y en la última etapa han participado 450 pacientes.

La importancia del estudio radicará, una vez completado, en que se pueda medir el de una forma objetiva. «Comparándolo de nuevo con la fiebre -asegura Josep Guardia- un médico puede saber tocando al paciente que éste tiene fiebre, pero es el termómetro el que objetiva el grado de fiebre que tiene; es decir, nos va a permitir objetivar algo que el profesional ya intuye».

Ochoa puntualiza que en el caso del alcoholismo y otras adicciones se ha pasado de referirse a abstinencia y tolerancia a hablar de deseo y resistencia, ya que a la hora de evaluar a un paciente no hay que valorar únicamente el deseo que tiene de beber, sino la resistencia que presenta frente a ese deseo.

En las XXX Jornadas Nacionales de Socidrogalcohol, Carlos Fernández Carriedo, consejero de Sanidad y Bienestar Social de la Junta de Castilla y León, destacó las tres fases que debe contener toda intervención en drogas: la prevención, con acciones tales como la descentralización de las acciones preventivas y la actuación en el ámbito escolar; la reducción de daños, que han demostrado su eficacia en enfermedades infectocontagiosas o en los programas de metadona, y la asistencia e integración, con la creación de unidades para la rehabilitación de alcohólicos y deshabituación tabáquica.