La historia de Máximo Gutiérrez no es muy distinta a la de muchos otros miles de españoles que sucumben a la ludopatía: «Empiezas a jugar y un día te das cuenta de que has perdido el control, de que no eres libre para dejar de jugar y que tu vida es un caos. Tienes problemas con la familia, los amigos, el trabajo… Y te levantas sólo pensando en jugar. Pierdes el sentido de la realidad y haces cosas inexplicables». Afortunadamente, se le «encendió la bombilla» y acudió a una asociación para gente con la misma patología para poner fin a aquella pesadilla. Desde entonces no ha vuelto a dejar un euro en ningún juego.

En la actualidad, es el presidente de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar) y asiste con espanto al proyecto de EuroVegas. «Imagínate que a un fumador empedernido le ponen un fumadero a la puerta de casa o a un alcohólico el botellón», asegura.

Cálculos no oficiales sitúan en un 2% de la población total el número de jugadores patológicos y en un 3% jugadores problemáticos con riesgo de caer en la ludopatía. Por tanto, «hay un 5% susceptible de tratamiento», señala Gutiérrez.

Salvajada

Por eso no duda en calificar de «salvajada» que los políticos se planteen la instalación de un macrocomplejo de casinos como éste, sin que hagan «ni caso» a las asociaciones de ludópatas. «Con la crisis y la ansiedad por la recaudación, parece que todo vale, pero no todo vale», advierte. Incluso se pone en el papel de los empresarios del juego asentados en España, que ven «cómo llega uno de fuera y le quieren hacer exenciones de impuestos y Seguridad Social e incluso, como se ha llegado a decir, que se quite la prohibición de que jueguen menores o ludópatas».

No duda incluso en tachar de «ignorantes» a quienes «se les hace los ojos chirivitas» cuando llega alguien «prometiendo el oro y el moro» y pidiendo además «legislaciones a la carta». En este sentido, recuerda las propuestas similares que se presentaron hace unos años en los Monegros, en Aragón, y en Castilla-La Mancha, sin que ninguno de los dos haya salido adelante. «Habría que preguntar qué pasa con la gente que se hizo ilusiones y acabaron arruinados», señala el presidente de Fejar, quien recuerda a su abuela cuando decía que «nadie da duros a pesetas».

Mientras se habla estos días en los medios de comunicación de las posibles inversiones que traería EuroVegas, nadie ofrece la opinión de los ludópatas sobre los riesgos que lleva consigo la instalación del complejo de casinos, se lamenta.

Delincuencia y prostitución

Y no se trata solo de los problemas de ludopatía. «Alrededor de los casinos siempre se mueven muchos intereses y todo un mundo de delincuencia y prostitución. Al propio Sheldon Adelson —promotor del proyecto— se le investiga en Estados Unidos por blanqueo de capitales y en Macao por relación con las mafias chinas», advierte. En España, además, se están dando en los últimos tiempos graves problemas con los prestamistas que deambulan por los casinos, añade.

Según explica, «muchos jugadores son empresarios que tiran de prestamistas para jugar y ahora, como los negocios van mal, tienen problemas; hay casinos que tienen casi ventanillas para los prestamistas». «Son verdaderas mafias y si no pagas, se presentan en tu casa y amenazan con romperte las piernas o a tu familia. Si pasa eso en los casinos pequeños, ¿que no pasará en los grandes?», se pregunta Máximo Gutiérrez.

No obstante, no ve todo negro. La nueva Ley del Juego es, a su juicio, «un buen punto de partida» y espera que la regulación se mejore con el reglamento que la desarrolle. En especial ve positivo que se haya puesto límites al juego «online», que tanto ha proliferado en la era digital, con sistemas para impedir que puedan tener acceso a él los menores y los jugadores que se lo autoprohíba. Pero su empeño es que lo mismo se haga con las máquinas tragaperras, cuyo uso queda «al criterio del camarero, que cada vez quiere menos líos».

«Si se hubieran tenido programas de prevención, no habría estos problemas», se queja. Le gustaría ver que el juego se aborda desde las administraciones igual que el tabaco o el alcohol. «En cambio —protesta—, el Estado invita al juego todos los días. Cuando vea que genera más pérdidas que beneficios, lo prohibirán».

Es «muy sencillo» volver a caer. De nuevo recurre a la comparación: «Cuántos exfumadores, después de 10 ó 15 años, van un día a una boda, les dan un cigarro y vuelven a fumar. O bebedores al que en una celebración le preguntan cómo va a brindar con agua y se vuelve a enganchar».