No sólo sufren los pulmones de los fumadores, también lo hacen los de aquellas personas que se exponen al humo de tan nocivo producto. Una técnica novedosa, que requiere inhalar helio antes de someterse a una resonancia magnética, muestra el daño estructural que sufre este órgano del aparato respiratorio por culpa del tabaquismo activo o pasivo.

Aunque las tecnologías más avanzadas son las verdaderas protagonistas de la reunión anual de la Sociedad Radiológica de Norteamérica (RSNA), que se celebra estos días en Chicago, un pequeño estudio ha logrado hacerse con cierta notoriedad.

Se trata de un trabajo que sólo cuenta con una participación de 60 personas pero que ofrece una herramienta que podría detectar con mayor precisión el perjuicio del humo ambiental del tabaco. Por ello, su autor principal ha recibido uno de los galardones que la RSNA concede a algunos de los póster científicos que se presentan en el citado evento.

Chengbo Wang y su equipo, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virgina (EEUU), trataban de buscar una técnica adecuada con la que identificar cómo afectan los cigarrillos a los pulmones de fumadores involuntarios. Se reclutó a 23 personas con una baja exposición al humo ambiental del tabaco, 22 férreos fumadores pasivos (trabajaban y/o vivían en lugares con humo) y 15 consumidores de cigarrillos.

Antes de someterse a una resonancia magnética tradicional, todos ellos inhalaron una dosis de helio-3, especialmente preparada para el examen. El objetivo era obtener imágenes que mostrasen cómo se distribuye el gas por los pulmones, si éste se mueve de forma difusa o si por el contrario permanece bastante localizado.

A más daño, mayor distribución

«El tabaco puede provocar que las paredes alveolares se dañen o incluso lleguen a quebrarse. Si esto es así, los átomos de helio no se contienen en un determinado punto sino que se mueven en distancias mayores», explica Wang a elmundo.es.

El tamaño de los espacios por los que se mueve este gas se visualiza gracias a la resonancia magnética. En estas imágenes, se observa cómo el denominado «Coeficiente Aparente de Difusión» (ADC, sus siglas en inglés), es decir, los límites en los que se mueve el helio, aumenta según lo hace la exposición pasiva o activa al tabaco.

El 67% de los consumidores de esta droga y el 27% de los expuestos a grandes concentraciones de humo (camareros, por ejemplo) presentaron un ADC que superaba el nivel normal, en comparación con el 4% de los que respiraban aire limpio de tabaco la mayor parte del tiempo. Por tanto, cuanto mayor es la exposición, más se incrementa este índice de difusión.

«Hace tiempo que se ha lanzado la hipótesis de que la exposición prolongada al humo de segunda mano podría dañar físicamente los pulmones pero los métodos previos para analizar estos cambios no eran lo suficientemente sensibles», subraya Chengbo Wang.

«Ofrece una información más sensible que el TAC», aclara otra de las autoras, Talissa Altes. «Con esta técnica somos capaces de medir la estructura pulmonar en un nivel microscópico», añade Chengbo Wang, quien destaca, además, que el método ofrece «un 99,9% de certeza en los fumadores y un 95% en el caso de los consumidores pasivos».

No obstante, los autores apuntan que es importante ampliar el número de participantes en el estudio para confirmar la validez de los resultados obtenidos. Por el momento, el uso de esta técnica, con el objetivo propuesto por este grupo de radiólogos, no cuenta con el visto bueno de la FDA (la agencia estadounidense del medicamento).

Como dato curioso y, a la vez, bastante significativo, esta investigación está financiada, en parte, por el Flight Attendant Medical Research Institute. Se trata de una organización creada por el personal de vuelo que, entre otras áreas, se muestra muy preocupada por los efectos del tabaquismo pasivo. Y no es para menos, sobre todo si se tiene en cuenta que, cuando se permitía fumar en los aviones, esta profesión era una de las más expuestas al humo del tabaco.