Le gustaba jugar al pócker, a la ruleta, al bingo y a las tragaperras. Pero en una ciudad tan pequeña como Jaén, excederse en una sala de juegos era colgarse el «sambenito» de adicto. Un día descubrió que desde su casa y mientras su familia pensaba que trabajaba con su ordenador, se le abría todo un mundo de juegos de azar con sólo conectarse a internet. Así empezó. A los pocos meses y casi sin darse cuenta, había perdido todos sus ingresos bancarios, le habían devuelto los recibos de la luz y el agua. Estaban a punto de embargarle el piso.
El caso lo cuenta Francisco Jiménez Rueda, presidente de la Asociación de Ludópatas Alujer. Es uno de los tantos de la llamada ludopatía virtual que comienzan a detectarse en la capital. «El juego a través de la red es una bomba de relojería de la que ya comenzamos a ver las consecuencias», dice Jiménez Rueda. «En los próximos años, la situación se agravará hasta límites insospechados», matiza. Lo más preocupante, según el presidente de Alujer, es la dificultad para detectar a estos ludópatas. No es fácil seguirles la pista y sus familiares más directos terminan percibiendo el problema cuando ya es demasiado tarde y las pérdidas económicas para el hogar alcanzan cifras excesivas.
Tampoco el ludópata virtual es muy consciente de su adicción. Considera que se trata de un simple hobby del que puede prescindir en cualquier momento. No se ve sometido a la vergüenza de ser expulsado de una sala de juegos o casino ni a la irrupción imprevista de su esposa, hijo o madre en el centro para reclamarle su conducta. El juego virtual es un juego sigiloso que no suele dejar huellas hasta que llegan las reclamaciones económicas. El daño psicológico para el adicto es igual o mayor que el que sufre un ludópata de calle.
Francisco Jiménez Rueda indica que en Alujer ya cuentan con tratamientos específicos para este tipo de adicción. Además de las terapias psicológicas, el control en estos casos se debe centrar en evitar la presencia de ordenadores cerca del ludópata y evitar que puedan conectarse a la red a través de su telefonía móvil. Es una tarea complicada para la que los familiares no están aún demasiado preparados. Principalmente porque se suele tratar de personas que no superan los 35 años, con trabajos bien remunerados en profesiones liberales que requieren previa formación. Es un perfil al que no se suele asociar ninguna adicción grave y, mucho menos, una ludopatía.
Jiménez Rueda insiste en la necesidad de establecer algún tipo de control de las páginas web en las que se ofrecen juegos virtuales. Indica que la gran mayoría suelen presentar un formato inofensivo en el que ni siquiera se juega dinero. Una vez que el usuario se «engancha» es cuando se le ofrece la posibilidad de pasar a las apuestas reales. Lo más preocupante, en palabras de Jiménez, es la indefensión que sufren los menores en este tipo de páginas, ya que la gran mayoría evitan comprobar la edad del jugador mientras tengan una cuenta bancaria segura.