Desde que abrió sus puertas, hace nueve años, la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) del departamento 19 de salud ha abierto 3.205 historias, de las que se mantienen activas unas mil al año. José Juan Moro, psicólogo especializado en adicciones desde hace 20 años y trabajador de la UCA desde su creación, ha seguido buena parte de ellas.

– ¿Cuáles son los últimos cambios en las tendencias de consumo?

– Este año estamos viendo un aumento del cristal (una meta-anfetamina) y un incremento de fumadores de base de cocaína (crack). También se incrementan los consumos múltiples y, aunque la heroína lleva unos años estancada, creemos que es posible que aumente su consumo en los próximos años.

– ¿Qué provoca estos cambios?

– El consumo de un tipo de droga suele ser cíclico, por epidemias. Estamos en el punto más alto de la epidemia de la cocaína, que está presente en más del 40% de los casos que tratamos. Han bajado las drogas inyectadas, como la heroína, por la mala fama que alcanzaron al relacionarlas con el Sida y la marginalidad. Sin embargo, se mantiene sólo dos o tres puntos por debajo de la cocaína y se está produciendo un aumento muy importante del cultivo de heroína en Afganistán. Se incrementa la oferta, es más pura, menos cortada y lo lógico es pensar que viviremos un repunte pronto.

-¿Cuánto tiempo lleva la gente consumiendo cuando acude a la UCA?

– Cada caso es distinto, pero la media suele estar entre los cinco y diez años de consumo. Aún así, hemos visto a gente que había consumido durante 20 o 30 años e intentado dejarlo. Sólo el 5% de los drogadictos no recae nunca.

– Un porcentaje muy bajo, ¿no?

– La probabilidad de recaer se guía, más o menos, por la pirámide de Gauss, que explica que cerca del 5% de los adictos lo deja sin problemas y no vuelve a recaer, el 5% no lo deja nunca y todos los demás pasan por períodos de abstinencia y de consumo, antes de dejarlo para siempre. Hay que ser positivos, pero realistas, lo normal es tener recaídas. La primera historia de las 3.215 abiertas en esta UCA seguía abierta el año pasado.

– ¿Ha notado cambios en los perfiles de los drogodependientes?

– Es destacable el aumento de los adictos con enfermedades mentales, patologías duales, que son muy difíciles de tratar, porque no hay un protocolo específico.

– ¿Ha subido el nivel socioeconómico de los consumidores?

– No. Las drogas se dan en todos los niveles. Siempre se introducen en las clases altas y descienden a las bajas, que es donde más se extienden y más adicción causan. Pasó con la heroína, que provocaba un descenso del nivel socio-económico muy rápido y adquirió mala imagen. Luego llegó la cocaína, que no provoca una adicción tan rápida, y permite que el que la consume conserve el nivel de adaptación psico-social más tiempo, pero es un engaño porque, al final, caen.

– ¿Este proceso más lento hace que los drogodependientes sean menos visibles hoy?

– Bueno, quizá menos marginales, pero sí se ven. Por ejemplo, hay una gran relación ente el alcohol y otras drogas en casos de violencia doméstica y en accidentes de tráfico.

-¿Qué aspectos determinan que una persona que consume ocasionalmente se convierta en adicta o no?

– Hay tres variables. En primer lugar, la propia persona, su carácter. En segundo lugar, la sustancia que consume, porque las hay con mayor capacidad de crear adicción. Por último, su contexto, el barrio en el que vive, su familia, si tiene trabajo o no. Es como una lotería, cuantos más boletos tienes, más probabilidad hay de que caigas en la adicción, pero no hay forma de controlarlo. Los que más peligro tienen de caer son los menos conscientes de que caerán.

– ¿Por qué sigue aumentando, cada año, el consumo, a pesar de los recursos y campañas?

– Porque la droga es un bien de consumo que mueve millones de euros, porque es asequible y porque somos muy borregos. No vamos a acabar con ella.

– Entonces, ¿qué se puede hacer?

– Cambiar las tendencias, pero siendo conscientes de la realidad. No podemos creer que vamos a acabar con las drogas, porque nos desesperaríamos. Lo que sí podemos hacer es mejorar la educación, concienciar, hacer los barrios deprimidos más habitables, conseguir que las sustancias estén menos a mano o sustituirlas por otras menos dañinas, como con la heroína y la metadona.