Así lo constatan en un estudio publicado por la revista Medicina Clínica, los especialistas Sergio Abanades, Ana María Peiró y Magi Ferré de la Unidad de Farmacología del Hospital del Mar y del Departamento de Farmacología de Terapéutica y Toxicología de la Universidad Autónoma de Barcelona.

En este trabajo, sus autores explican que la cultura club es un movimiento caracterizado por la búsqueda de amplificación de sensaciones mediante la combinación de música electrónica, baile maratoniano y consumo de sustancias.

Relatan que tras unos años en los que predominaba el consumo de anfetaminas de diseño y derivados en estos colectivos, «parece que aumenta» el uso de estos viejos fármacos club drug que provocan efectos fundamentalmente alucinógenos.

Estas sustancias, indican los investigadores, tienen en común ser a la vez drogas de abuso y fármacos con indicaciones concretas en terapéutica, así como «un aumento importante» de su consumo en los últimos años.

Si bien durante muchos años el consumo de estas sustancias lo realizaban grupos reducidos de personas en ceremonias o fiestas de culto (fenómeno rave), la prohibición de estas reuniones clandestinas y el gran negocio, tanto legal como ilegal, que supone esta forma de ocio trasladó el fenómeno a las pistas de baile de las discotecas o clubs de todo el mundo.

Tres de estas sustancias, la ketamina, el dextrometrofano y el óxido nitroso producen durante la intoxicación los llamados efectos disociativos, es decir, un estado de analgesia profunda y amnesia con conservación de la conciencia.

Además, aparecen efectos psicomiméticos intensos con sensación de separación entre cuerpo y mente.

Los ojos permanecen abiertos mientras el sujeto se mantiene consciente pero aislado del mundo externo por una integración anómala de los estímulos y de esta manera es capaz de experimentar ensoñaciones o viajes.

Estos viajes, que son los que buscan quienes consumen estas drogas, suponen, sin embargo, los efectos más temidos cuando se utilizan en la clínica diaria.

Así por ejemplo, la ketamina -un anestésico general de uso humano y animal- provoca sensación de disociación del cuerpo, con perdida de coordinación y equilibrio en dosis altas.

Esta sustancia se presenta como polvo blanco similar a la cocaína y se administra por vía nasal y esto, sostienen los autores del estudio, ha sido clave para el aumento de su uso en los últimos años, ya que ha llevado a que un gran número de usuarios la haya probado pensando que consumían cocaína.

En relación al GHB o erróneamente llamado éxtasis líquido, el estudio señala citando a otras investigaciones que tras pasar inadvertida muchos años, esta sustancia ha registrado uno de los incrementos «más espectaculares» en su consumo en los últimos años, lo que ha generado «un aumento importante» de casos de intoxicación en los servicios de urgencia de los hospitales españoles.

El GHB, droga facilitadora de agresiones sexuales

El GHB se presenta para su consumo en unos frascos de cristal o botes, potes o biberones desde donde se bebe directamente o se mezcla con otras bebidas.

Somnolencia, amnesia, hipnosis, náuseas, vómitos, depresión respiratoria o movimientos musculares clónicos son algunos de los efectos indeseados que señalan los especialistas.

Además y de acuerdo con investigaciones citadas en este estudio se ha comunicado su uso como droga facilitadora de agresiones sexuales.