Han pasado más de 20 años desde que en 1984 se identificó el VIH como el causante del sida. En aquel momento las autoridades norteamericanas afirmaron que en dos años estaría disponible para ser ensayada la primera vacuna contra esta enfermedad. La realidad se ha encargado de tirar por tierra aquellas optimistas previsiones. Un editorial de «The New England Journal of Medicine» repasa el estado actual de la cuestión.

Los resultados del primer ensayo clínico a gran escala realizado en humanos no llegaron hasta 2003: una compañía de biotecnología denominada VaxGen había probado un compuesto sintético para prevenir la infección. A pesar de las grandes esperanzas puestas en esta alternativa, la sustancia no demostró proteger contra la enfermedad, algo que supuso un gran retroceso en los esfuerzos de investigación sobre la vacuna del sida.

Según afirma el doctor H. Markel, profesor de historia de la medicina en la Universidad de Michigan (Estados Unidos) y autor del artículo, en estos momentos sólo hay dos ensayos en marcha que estén probando en personas vacunas contra el VIH.

Ninguna de las investigaciones está dirigida a prevenir la enfermedad sino a estimular las defensas de los pacientes ya infectados. La estrategia de los métodos que se están evaluando es estimular el sistema inmunológico de los enfermos para identificar y matar a las células del organismo en las que se esconde el VIH. De esta forma se conseguiría reducir drásticamente la multiplicación del virus y se retrasaría mucho la progresión de la enfermedad.

Aunque los expertos no se han dado por vencidos en el desarrollo de una verdadera inmunización, este tipo de alternativa, llamada vacuna terapéutica, ayudaría por lo menos a reducir el número de muertos y sujetos en situación de enfermedad crónica grave que el sida produce en estos momentos.

Según el Dr. Markel, el optimismo inicial, una vez identificado el virus, sobre la posibilidad de conseguir fácilmente una vacuna, estaba poco justificado: «al fin y al cabo costó 105 años desarrollar la vacuna contra la fiebre tifoidea, 89 años la de la difteria, 47 la de la polio y 16 la de la hepatitis B».

En el caso del sida, han pasado 21 años y en estos momentos hay nada menos que 34 compuestos en 19 países candidatos a ser una vacuna eficaz, si bien todos ellos están en fases muy preliminares de investigación, continúa el editorial.

Una carrera de obstáculos

Varios son los motivos que cita este experto para justificar el escaso avance conseguido en este terreno, vital para la lucha contra el sida. El primero de ellos es el económico: la inversión norteamericana este año para el desarrollo de la vacuna asciende a 680 millones de dólares, menos del 1% del total destinado a investigación y desarrollo en salud y casi toda proveniente del sector público.

Por otro lado, las compañías farmacéuticas, que son las realmente encargadas de investigar y desarrollar este tipo de productos no ven rentabilidad en una inversión que sería muy importante frente a una comercialización que no reportaría grandes beneficios. Además, tampoco existe en estos momentos una idea clara sobre cual es el mejor enfoque inmunológico para el desarrollo de la vacuna lo que también influye en el desinterés de las multinacionales.

Pero incluso superando estas barreras económicas y el resto de problemas culturales, sociales y éticos, el mayor enemigo de la vacuna contra el sida es la tremenda capacidad del VIH para defenderse de cualquier agresión y su sorprendente capacidad de adaptación. Todavía ahora, los científicos siguen sin saber exactamente qué aspectos de nuestras defensas debería estimular una vacuna antisida eficaz para prevenir la infección.

Este virus es capaz de poner en marcha varios mecanismos simultáneos para minar las defensas del sujeto infectado y conseguir multiplicarse eficazmente. Según afirma el Dr. Fauci un inmunólogo experto en el tema, «entre los más de 60 millones de sujetos infectados no se conoce hasta ahora ningún caso de alguien que haya conseguido eliminar al germen del organismo».

Las artimañas del virus

Desde el momento del contagio, el VIH consigue aniquilar rápidamente a las células que le atacan al tiempo que introduce su material genético en otras para evitar ser alcanzado por el ataque inmunológico del sujeto. Además la plasticidad de este microorganismo le permite mutar con cierta regularidad para adaptarse a nuevas agresiones, incluidas las de los fármacos que se dirijan contra él.

Esta capacidad para hacerse diferente y mutar y el hecho de que se han identificado tres variantes de VIH cada una de las cuales con sus correspondientes subtipos, aleja aún más el objetivo de conseguir una vacuna simple como en otras enfermedades. Sobre todo teniendo en cuenta que diferentes regiones del mundo cuentan con virus distintos que requerirían vacunas diferentes y una vigilancia similar a la que se realiza para las campañas de vacunación de la gripe en las que periódicamente se modifica la composición de la inmunización.

Para el Dr. Markel, en el futuro cercano sólo se vislumbra la posibilidad de las vacunas terapéuticas en este frente de acción contra el sida. La posibilidad de estimular las propias defensas para luchar contra el virus y detener la progresión no es desde luego la solución sino que constituirían una parte más del tratamiento de los pacientes infectados.