Los roles de la población española están cambiando, por lo menos en cuanto a tabaquismo y juventud se refiere. Aunque en nuestro país fuman más hombres que mujeres, este consumo ha ido disminuyendo progresivamente en los chicos y se ha duplicado en las jóvenes.

Un estudio, hecho por investigadores barceloneses y publicado en la revista Medicina Clínica, sobre el tabaquismo en la población general en las últimas cinco décadas del siglo XX, revela que el consumo de tabaco en varones creció hasta el año 75, pero desde entonces y todavía hoy no deja de disminuir. Por el contrario, el número de fumadoras en España empezó a aumentar desde finales de los 60 y sigue incrementándose. Esta situación despierta la preocupación de los agentes sociales que tienen que ver con la juventud: padres, profesores y autoridades, tanto educativas como sanitarias.

El trabajo se ha realizado a partir de la información individual sobre consumo de tabaco recogida en la Encuestas de Salud de España de 1993, 1995 y 1997 se ha reconstruido la prevalencia de fumadores de cigarrillos diarios para el período 1945-1995. Mientras que el pico máximo de consumo de tabaco en los hombres fue en 1975 (59%), en las mujeres la prevalencia de tabaquismo fue inferior al 5% hasta la década de los 70, aumentando desde entonces hasta una prevalencia del 22,5% en 1995. Este incremento se hace sobre todo a expensas de las mujeres entre 16-44 años que tienen un 39,5%.

Posiblemente, los deseos de aparentar, de parecer más mayores, que tienen las jóvenes pueden más que lo que sus padres, profesores o incluso los medios de comunicación hayan dicho sobre lo nocivo que resulta fumar.

El tabaco es malo para la salud de todos y tiene unas consecuencias específicas en la salud de las adolescentes y de las mujeres en general. En España se empieza a fumar con 13 años, a esa edad los pulmones todavía están creciendo. El consumo de cigarrillos frena este proceso e impide que esos órganos alcancen dimensiones adecuadas.

Las enfermedades de pulmón, los casos de ciertos cánceres (boca, pulmón, vejiga) y las enfermedades coronarias han aumentado en las mujeres. Esto ha dado lugar a cambios que ya se observan en los hospitales. No hace muchos años, la mayoría de los afectados por infarto que ingresaban en las Unidades de Coronarias eran hombres, había pocos casos de mujeres. En un futuro, si los chicos fuman cada vez menos y el número de chicas jóvenes fumadoras sigue creciendo, es muy probable que la situación en las plantas de coronarias sea diferente y llegue a haber igual o más mujeres ingresadas por infarto u otros trastornos cardiovasculares. Si la situación no se ataja, las adolescentes fumadoras incrementarán el gasto sanitario de nuestro país.